El 9 de febrero de 1930, Queipo envió una carta injuriosa a José Primo de Rivera y Orbaneja (hermano del ex-dictador y tío de José Antonio) donde le tildaba de “estulto” (necio) y aludía a supuestas humillaciones sufridas bajo la dictadura. La carta contenía un tono desafiante: concluía con la frase “Conmigo no se ha atrevido nadie” seguida de su dirección –lo que José Antonio interpretó como un reto personal.
Dado que su tío José era un anciano enfermo incapaz de defenderse, José Antonio Primo de Rivera (hijo mayor del dictador, entonces de 26 años) decidió tomar cartas en el asunto para defender el honor familiar.
El altercado en el Café Lion (febrero de 1930).
El 10 de febrero de 1930, José Antonio fue en busca de Queipo de Llano para pedirle explicaciones. Primero acudió a su domicilio, donde el general rehusó recibirle. Queipo, sin embargo, le hizo saber que solía acudir por las tardes al Café Lyon d’Or (conocido popularmente como Café Lion) en la calle de Alcalá de Madrid.Aquella noche, José Antonio se presentó en dicho café acompañado de su hermano Miguel Primo de Rivera y su primo Sancho Dávila, conscientes de que acompañaban a Queipo varios enemigos declarados de su padre.
| Planta baja del Café Lion. |
Tras identificar al general con ayuda de un camarero (no se conocían personalmente), José Antonio se acercó a su mesa y le mostró la carta, preguntándole si era de su autoría. Cuando Queipo confirmó con altivez que la carta era suya (devolviéndosela con actitud provocadora), José Antonio le propinó una bofetada en la cara. Inmediatamente se desató una trifulca en el café: el general intentó golpear a José Antonio con un bastón, y varios contertulios amigos de Queipo (cinco o seis) se abalanzaron armados con sus bastones, mientras otros sujetos sujetaban por detrás a José Antonio. Acto seguido intervinieron en auxilio de José Antonio su hermano Miguel y el primo Dávila, defendiéndose a puño limpio contra los agresores.
El choque degeneró en una pelea tumultuosa en mitad del café. Según el testimonio posterior de José Antonio, sus acompañantes y él solo usaron los puños, mientras que los contrarios eran más numerosos y esgrimían bastones. En el curso de la refriega, José Antonio logró zafarse de quienes le sujetaban (llegó a quitarse el abrigo de un tirón para liberarse) y se lanzó de nuevo contra Queipo, quien se había retirado prudentemente unos metros al iniciarse el tumulto. José Antonio le asestó un fuerte puñetazo en el rostro al general, derribándolo al suelo casi sin sentido. Según los relatos de los implicados, Queipo llegó a incorporarse y forcejear cuerpo a cuerpo con José Antonio, hasta que los amigos del general y los familiares de José Antonio separaron a los contendientes. Finalmente, el personal del café y otros presentes intervinieron para frenar la pelea, que dejó mesas y sillas revueltas en el local.
Tras el altercado, el general Queipo de Llano resultó con la cara lesionada: sufrió heridas en el labio y un pómulo por los golpes recibidos, lesiones que tardaron alrededor de 15 días en sanar. El propio Queipo tuvo que acudir esa noche a la Casa de Socorro (servicio de urgencias) para ser atendido. Por su parte, José Antonio y sus acompañantes aparentemente salieron con contusiones menores (algunas fuentes sugieren que José Antonio pudo sufrir un corte leve en la cabeza durante la trifulca, aunque este detalle no quedó constatado oficialmente).
Menciones contemporáneas.
Las primeras menciones contemporáneas del suceso quedaron principalmente en documentos privados y militares más que en la prensa inmediata. Dado que en febrero de 1930 aún gobernaba el general Dámaso Berenguer (en la llamada “Dictablanda” de transición monárquica), José Antonio optó por informar de lo ocurrido a las autoridades castrenses de forma directa.| Fotografía: Wikipedia. |
Es significativo que la prensa de la época apenas se hizo eco inmediato de la reyerta. Posiblemente por censura o autocontención, en invierno de 1930 los periódicos monárquicos minimizaron el escándalo para no avivar tensiones políticas: se trataba del hijo del ex-dictador enfrentado a un general rehabilitado, asunto delicado en plena transición. No obstante, el hecho era vox populi en ciertos círculos madrileños. Existieron referencias indirectas: por ejemplo, el periodista César González-Ruano entrevistó a José Antonio pocas semanas después, el 11 de marzo de 1930, y aunque la censura de la época impidió publicar detalles del caso Queipo, parte de sus declaraciones quedaron registradas. Esa entrevista, publicada más tarde (en un libro de Ruano titulado “El momento político de España…”, 1930), complementa la versión de José Antonio, enfatizando el carácter “cuestión de honor” del incidente.
Otra mención temprana provino del propio general Queipo de Llano. Ofendido por la agresión, Queipo escribió en 1930 un libro/panfleto titulado “El general Queipo de Llano perseguido por la Dictadura”, donde relató su versión de diversos conflictos con los primorriveristas. En esas memorias Queipo aludió brevemente al encuentro del Café Lion, presentándose a sí mismo como víctima de un ataque a traición y exagerando ciertos detalles. Si bien este libro de Queipo no tuvo gran difusión pública, constituye un testimonio contemporáneo desde la perspectiva del general, aunque claramente autointeresado.
En síntesis, aunque no hubo cobertura periodística inmediata de titulares sobre la “pelea en un café madrileño”, el incidente quedó documentado en fuentes primarias de la época: la carta de Queipo, la carta de José Antonio a Berenguer, el testimonio de José Antonio en entrevista (censurado entonces) y los escritos justificativos de Queipo. Habrá que esperar a la República y al posterior consejo de guerra (1932) para que el asunto saliese a la luz pública con mayor detalle.
Contexto político y personal de los protagonistas en 1930.
José Antonio Primo de Rivera vivía en 1930 una situación peculiar. Como hijo mayor del general Miguel Primo de Rivera, acababa de ver caer el régimen liderado por su padre (dimisión en enero de 1930) y afrontaba el deterioro de la salud paterna (Miguel moriría de enfermedad en marzo de 1930, pocas semanas después del incidente).| Miguel Primo de Rivera (Wikipedia). |
En ese momento, José Antonio era alférez de complemento del Ejército español y estaba vinculado a círculos monárquicos conservadores. Personalmente, estaba herido por las críticas feroces vertidas contra su padre tras la dictadura. La carta insolente de Queipo a su tío supuso para él la gota que colmó el vaso: la percibió no solo como un agravio familiar, sino como un ataque cobarde a la figura de un hombre (su tío José, y por extensión su padre) que ya no podían defenderse por sí mismos.
En el código de honor tradicional que José Antonio había mamado, no responder a semejante provocación equivalía a una deshonra. Esa mentalidad explica su reacción airada y su disposición a llegar a las manos.
Por su parte, el general Gonzalo Queipo de Llano, de 54 años en 1930, era un militar con una carrera polémica. Había sido cercano a la facción “africanista” del Ejército, pero cayó en desgracia durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera debido a sus críticas y conspiraciones. En 1928, el régimen primorriverista lo relegó y encarceló brevemente por participar en complots (como la Sanjurjada fallida de 1926). Por ello, Queipo odiaba al dictador y a su entorno; tras la caída de Miguel, se erigió en un vehemente detractor. Cuando se proclamó la Segunda República en abril de 1931, Queipo se alineó con el nuevo régimen republicano: fue nombrado Jefe del Cuarto Militar del presidente Niceto Alcalá-Zamora en 1931-32, lo que indica su sintonía con las autoridades republicanas. Sin embargo, en los meses previos (bajo Berenguer), Queipo aún actuaba con cierta independencia, ajustando cuentas personales.
La célebre carta del 9 de febrero de 1930 encaja en esa actitud: Queipo respondía furioso a un rumor según el cual el tío de José Antonio habría comentado que Queipo fue destituido en 1924 “por chulo”. Ofendido en su honor, el general escribió aquella misiva desafiante, quizá esperando provocar una reacción. Políticamente, en 1930 Queipo se perfilaba como un militar resentido con la monarquía alfonsina y el antiguo régimen.
Por su parte, el general Gonzalo Queipo de Llano, de 54 años en 1930, era un militar con una carrera polémica. Había sido cercano a la facción “africanista” del Ejército, pero cayó en desgracia durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera debido a sus críticas y conspiraciones. En 1928, el régimen primorriverista lo relegó y encarceló brevemente por participar en complots (como la Sanjurjada fallida de 1926). Por ello, Queipo odiaba al dictador y a su entorno; tras la caída de Miguel, se erigió en un vehemente detractor. Cuando se proclamó la Segunda República en abril de 1931, Queipo se alineó con el nuevo régimen republicano: fue nombrado Jefe del Cuarto Militar del presidente Niceto Alcalá-Zamora en 1931-32, lo que indica su sintonía con las autoridades republicanas. Sin embargo, en los meses previos (bajo Berenguer), Queipo aún actuaba con cierta independencia, ajustando cuentas personales.
La célebre carta del 9 de febrero de 1930 encaja en esa actitud: Queipo respondía furioso a un rumor según el cual el tío de José Antonio habría comentado que Queipo fue destituido en 1924 “por chulo”. Ofendido en su honor, el general escribió aquella misiva desafiante, quizá esperando provocar una reacción. Políticamente, en 1930 Queipo se perfilaba como un militar resentido con la monarquía alfonsina y el antiguo régimen.
Personalmente, era conocido por su temperamento explosivo y fanfarrón. En resumen, en febrero de 1930 tenemos a un joven aristócrata sin experiencia política pero con sentido del honor exacerbado, frente a un general veterano humillado por la dictadura previa y ávido de revancha verbal. Ambos hombres se movían en un contexto de transición e inestabilidad política (caída de la Dictadura, intentos de sostener la Monarquía, inminente advenimiento republicano), donde los resentimientos personales se entrelazaban con las lealtades políticas.
Cabe mencionar que el Café Lyon d’Or (Lion) donde ocurrió el choque no era un lugar neutro: en esas fechas era conocido punto de reunión de figuras conservadoras y monárquicas descontentas con Primo de Rivera. Queipo frecuentaba esa tertulia precisamente con otros críticos del dictador. José Antonio sabía dónde se metía: iba a encarar a Queipo en “territorio enemigo” simbólicamente.
Cabe mencionar que el Café Lyon d’Or (Lion) donde ocurrió el choque no era un lugar neutro: en esas fechas era conocido punto de reunión de figuras conservadoras y monárquicas descontentas con Primo de Rivera. Queipo frecuentaba esa tertulia precisamente con otros críticos del dictador. José Antonio sabía dónde se metía: iba a encarar a Queipo en “territorio enemigo” simbólicamente.
Consecuencias: Consejo de Guerra y sanciones.
Inmediatamente después de la pelea, las autoridades optaron por calificar el incidente dentro del fuero militar, dado que involucraba a oficiales del Ejército (aunque José Antonio y Miguel solo eran alféreces de complemento). El general Berenguer, tras recibir la carta explicativa de José Antonio, aparentemente contuvo la reacción disciplinaria inmediata, quizá considerando atenuantes el carácter de asunto de honor privado. No hubo arrestos inmediatos esa noche de febrero de 1930 ni un escándalo público oficial. Sin embargo, el caso no quedó olvidado: se abrió un expediente militar que avanzó lentamente.| Queipo de Llano (Wikipedia) |
Con la llegada de la Segunda República en abril de 1931, el nuevo poder civil y militar revisó muchos asuntos pendientes. Para marzo de 1932, las Fuerzas Armadas republicanas decidieron juzgar formalmente la agresión de José Antonio contra un general. Así, más de dos años después del altercado, se celebró el Consejo de Guerra el 18 de marzo de 1932, en la Escuela Superior de Guerra de Madrid. En el banquillo se sentaron José Antonio Primo de Rivera, su hermano Miguel y su primo Sancho Dávila, acusados de “insultos y agresión a un superior”.
El tribunal militar, presidido por el general Federico Caballero, escuchó la lectura de las diligencias previas: se relató la carta insultante de Queipo (origen del conflicto) y los hechos del 10 de febrero de 1930 tal como quedaron recogidos en el sumario.
El tribunal militar, presidido por el general Federico Caballero, escuchó la lectura de las diligencias previas: se relató la carta insultante de Queipo (origen del conflicto) y los hechos del 10 de febrero de 1930 tal como quedaron recogidos en el sumario.
Durante el juicio, José Antonio asumió plenamente la responsabilidad de la agresión, exculpando a Miguel y a Sancho. En sus últimas palabras ante el Consejo, declaró que todo se originó por “una cuestión de honor” y negó rotundamente que hubiese existido una agresión premeditada en grupo: “La agresión fue solo de mi parte… los que aquí me acompañan […] solo intervinieron al hacerlo los que estaban con el Sr. Queipo”. También argumentó que no consideraba su acto como insubordinación militar, dado que se trató de un asunto personal y extramilitar (defensa del honor familiar ante insultos que “no envolvían nada militar” en sus palabras). Esta declaración, de alto tono emotivo, impresionó a los presentes, que incluso felicitaron a José Antonio al terminar la vista.
Por su parte, la acusación fiscal (fiscal Cayo Ortega) sostuvo que José Antonio había cometido un “atentado a la disciplina militar con premeditación”, subrayando que se organizó ex profeso para agredir a Queipo (aduciendo que José Antonio tomó un automóvil para recoger a sus aliados antes de ir al café). El fiscal solicitó una pena severa: la pérdida de empleo (destitución) para los tres procesados. En cuanto a Miguel Primo de Rivera y Sancho Dávila, incluso el fiscal reconoció que actuaron movidos por legítima defensa al ver a su hermano y amigo en peligro, pero aun así los incluyó en la petición de sanción. La defensa, a cargo del capitán Francisco de Urzaiz, alegó que no hubo delito militar sino un asunto privado de honor, sin premeditación ni desobediencia a órdenes, pidiendo la absolución, sobre todo para Miguel y Sancho al no haberse probado que agredieran a nadie activamente.
Tras deliberar, el Consejo de Guerra emitió sentencia el 29 de marzo de 1932. El veredicto declaró a José Antonio culpable de “un delito consumado de insulto de obra a un superior, fuera de acto de servicio y sin armas”, aplicando el Código de Justicia Militar. Se apreciaron circunstancias atenuantes (arrebato, obcecación y vindicación de ofensa grave) pero también agravante de premeditación. La pena impuesta a José Antonio fue la pérdida de su empleo de alférez de complemento, con todos sus efectos legales (en la práctica, ser degradado de su rango militar).
No se le impuso pena de cárcel ni responsabilidad civil, señal de que se le consideró atenuada la culpa por lo pasional del acto. En cambio, Miguel Primo de Rivera y Sancho Dávila fueron absueltos por falta de pruebas de agresión por su parte. La sentencia no fue firme de inmediato, ya que por la gravedad de la pena (pérdida de empleo de un oficial) debía ser revisada por el Tribunal Supremo. Finalmente, en octubre de 1932, la Sala VI del Tribunal Supremo confirmó íntegramente la sentencia del Consejo de Guerra, ratificando la destitución de José Antonio de su cargo militar. De este modo, José Antonio quedó oficialmente expulsado del Ejército.
Por su parte, la acusación fiscal (fiscal Cayo Ortega) sostuvo que José Antonio había cometido un “atentado a la disciplina militar con premeditación”, subrayando que se organizó ex profeso para agredir a Queipo (aduciendo que José Antonio tomó un automóvil para recoger a sus aliados antes de ir al café). El fiscal solicitó una pena severa: la pérdida de empleo (destitución) para los tres procesados. En cuanto a Miguel Primo de Rivera y Sancho Dávila, incluso el fiscal reconoció que actuaron movidos por legítima defensa al ver a su hermano y amigo en peligro, pero aun así los incluyó en la petición de sanción. La defensa, a cargo del capitán Francisco de Urzaiz, alegó que no hubo delito militar sino un asunto privado de honor, sin premeditación ni desobediencia a órdenes, pidiendo la absolución, sobre todo para Miguel y Sancho al no haberse probado que agredieran a nadie activamente.
Tras deliberar, el Consejo de Guerra emitió sentencia el 29 de marzo de 1932. El veredicto declaró a José Antonio culpable de “un delito consumado de insulto de obra a un superior, fuera de acto de servicio y sin armas”, aplicando el Código de Justicia Militar. Se apreciaron circunstancias atenuantes (arrebato, obcecación y vindicación de ofensa grave) pero también agravante de premeditación. La pena impuesta a José Antonio fue la pérdida de su empleo de alférez de complemento, con todos sus efectos legales (en la práctica, ser degradado de su rango militar).
No se le impuso pena de cárcel ni responsabilidad civil, señal de que se le consideró atenuada la culpa por lo pasional del acto. En cambio, Miguel Primo de Rivera y Sancho Dávila fueron absueltos por falta de pruebas de agresión por su parte. La sentencia no fue firme de inmediato, ya que por la gravedad de la pena (pérdida de empleo de un oficial) debía ser revisada por el Tribunal Supremo. Finalmente, en octubre de 1932, la Sala VI del Tribunal Supremo confirmó íntegramente la sentencia del Consejo de Guerra, ratificando la destitución de José Antonio de su cargo militar. De este modo, José Antonio quedó oficialmente expulsado del Ejército.
Repercusiones en la relación personal y política.
Tras la pelea y el posterior juicio, la relación entre José Antonio Primo de Rivera y Gonzalo Queipo de Llano quedó, como es lógico, irremediablemente rota en lo personal. No consta que volvieran a dirigirse la palabra jamás. José Antonio, tras perder su rango militar, se concentró en la política fundando en 1933 el movimiento falangista, llegando a ser diputado en 1933 y 1936.Queipo de Llano, por su lado, tuvo un recorrido errático: aunque en 1931-32 apoyó a la República, pronto cayó en desacuerdo con ella y terminó uniéndose al alzamiento militar de julio de 1936 contra el Gobierno del Frente Popular. Es decir, cuando estalló la Guerra Civil, ambos hombres –que años atrás se habían peleado a puñetazos– paradójicamente acabaron en el mismo bando sublevado contra la República.
Sin embargo, sus caminos no llegaron a cruzarse durante la contienda: José Antonio fue detenido por el Gobierno republicano en marzo de 1936 y ejecutado en noviembre de ese año en Alicante, sin llegar a participar activamente en la guerra. Queipo de Llano, en cambio, se convirtió en el “virrey de Andalucía” en la zona nacional, comandando con mano dura Sevilla y protagonizando célebres charlas radiofónicas de propaganda. Dado que José Antonio murió antes de que los sublevados triunfaran, no existió ocasión de cooperación ni enfrentamiento directo entre él y Queipo en el marco del nuevo régimen en ciernes.
El Café Lion como lugar de tertulia política en la Segunda República
El Café Lion de Madrid (y su antecesor Lyon d’Or) fue mucho más que el escenario de esta pelea; en los años 30 se convirtió en un hervidero de la vida intelectual y política. Inaugurado con ese nombre en 1931 (en los números 57-59 de la calle Alcalá, cerca de Cibeles), el nuevo Café Lion, heredero del antiguo Lyon d’Or, alcanzó su apogeo durante la Segunda República. Sus salones art déco y su amplio sótano se llenaban de tertulias de muy diverso signo ideológico. De día y de noche, sus mesas acogieron a personajes de las “dos Españas” conviviendo bajo el mismo techo, aunque en grupos separados. En la planta principal solían reunirse intelectuales progresistas y de la vanguardia literaria. Por ejemplo, allí tenía tertulia el editor José Bergamín junto a poetas de la Generación del 27 como Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández. De hecho, en el Café Lion Bergamín gestó la revista literaria Cruz y Raya (1933). También el veterano literato Ramón del Valle-Inclán frecuentó el Lion en sus últimos años, oficiando de maestro en una mesa rincón para jóvenes escritores.
Pero quizá el elemento más famoso era el sótano del Café Lion, conocido como “La Ballena Alegre” (nombre procedente del alemán Zum lustigen Walfisch, con que bautizaron aquel salón temático decorado con murales de ballenas sonrientes). En ese sótano intimista se juntaban en las noches republicanas los círculos falangistas. De hecho, el propio José Antonio Primo de Rivera instaló allí una de las primeras sedes oficiosas de Falange Española, celebrando reuniones con sus colaboradores, entre ellos escritores afines como Agustín de Foxá o Rafael Sánchez Mazas. La leyenda cuenta incluso que en una mesa de La Ballena Alegre se escribió la letra del himno falangista “Cara al Sol” (1935), aunque otros sostienen que fue en otro local, la Cueva de Orkompon. En cualquier caso, es ilustrativo del ambiente: en el piso de arriba conspiraban poetas izquierdistas, y en el sótano conspiraban falangistas camisas azules.
Fuentes consultadas.
Documentación del Consejo de Guerra de 1932 publicada en prensa (La Nación, 18 y 29 de marzo de 1932), recopilación Obras Completas de José Antonio, testimonios contemporáneos (César González-Ruano, 1930) y estudios históricos posteriores de Julio Gil Pecharromán, César Vidal, Stanley G. Payne, entre otros, así como artículos recientes de divulgación histórica, y el blog La Verdád ni teme ni ofende con transcripciones documentales.Estas fuentes concuerdan, en esencia, en que el suceso ocurrió tal cual se ha descrito, si bien hubo intentos de manipular sus detalles en narrativas posteriores. En última instancia, el “combate” de Café Lion pasa de la categoría de anécdota dudosa a la de hecho corroborado, enriqueciendo la comprensión del turbulento ambiente político de aquella Segunda República que, noche tras noche, se discutía –y a veces se peleaba– en los cafés de Madrid.
Fuentes primarias (de primera mano):
- Cartas y documentos de 1930: La carta original de Queipo de Llano (9 de febrero de 1930) dirigida a José P. de Rivera (tío de José Antonio) es el detonante. Aunque el texto íntegro no se conserva en publicaciones accesibles, partes se conocen por los sumarios judiciales: incluía insultos como “cretino” o “estulto” y un desafío explícito eldebate.comfilosofia.org. También la carta de José Antonio a Berenguer (febrero de 1930), en la cual informa al Gobierno de lo ocurrido, es una fuente crucial; fue leída durante el posterior juicio militar eldebate.com.
- Proceso judicial (1932): El sumario del Consejo de Guerra contiene declaraciones de los implicados y testigos. En particular, destaca la declaración final de José Antonio ante el tribunal el 18 de marzo de 1932, donde reivindicó su actuación y negó versiones falseadas (texto publicado en La Nación, 18-3-1932) filosofia.orgfilosofia.org. La sentencia del Consejo de Guerra (29 de marzo de 1932) y su confirmación por el Tribunal Supremo (12 de octubre de 1932) también son documentos primarios importantes, pues resumen los hechos probados y la penalización impuesta eldebate.comeldebate.com.
- Testimonios personales: Además de lo declarado en juicio, hay testimonios en primera persona. José Antonio Primo de Rivera, en la entrevista con González-Ruano de marzo de 1930 (publicada posteriormente), ofreció su versión detallada –aunque parcialmente censurada entonces– enfatizando que actuó solo y por honor. Por su lado, Queipo de Llano en su libro de 1930 brindó su relato, alegando haber sido agredido por varios a la vez y con “arma impropia”, reflejando su visión de víctima. Igualmente, Sancho Dávila, años después en sus memorias o conversaciones, pudo haber aludido al episodio confirmando la versión de José Antonio (no obstante, dichas memorias no son de amplia difusión pública).
- Prensa de la época: La cobertura mediática completa llegó en 1932. Diarios como La Nación y quizá ABC informaron sobre el Consejo de Guerra, publicando fragmentos de las declaraciones y el fallo. Por ejemplo, La Nación del 29 de marzo de 1932 reprodujo partes de la sentencia y ensalzó las palabras “elocuentísimas y nobles” de José Antonio durante el juicio filosofia.org. Estas noticias actúan como fuentes primarias contemporáneas al juicio (aunque no al hecho en sí, ocurrido dos años antes). También cabe mencionar que tras la muerte de Miguel Primo de Rivera (marzo de 1930) algunos periódicos monárquicos aludieron a polémicas en torno a su figura, en cuyo contexto pudo haber referencias indirectas al altercado, pero siempre de modo muy discreto debido a la censura de la monarquía en sus estertores revistas.ucm.es.
Fuentes secundarias (historiografía y ensayos):
El incidente del Café Lion ha sido analizado por numerosos historiadores y biógrafos de José Antonio y de la época, dando lugar a versiones ligeramente divergentes. Entre las obras destacadas:- Ian Gibson, hispanista irlandés, en “En busca de José Antonio” (1988) dedicó páginas al suceso. Su relato partidista contenía errores por agregar testimonios interesados –por ejemplo, repitió la afirmación de Queipo de que José Antonio usó un objeto metálico para golpearle laverdadnitemeniofende.home.blog– algo que luego la documentación probó falso.
- Julio Gil Pecharromán, historiador español, en “José Antonio Primo de Rivera: Retrato de un visionario” (1996) investigó exhaustivamente el caso, accediendo a archivos policiales y militares (Archivo Histórico Nacional, expediente policial 123-H, según se cita laverdadnitemeniofende.home.blog). Pecharromán corroboró los hechos básicos y corrigió las exageraciones. Su trabajo es considerado la referencia más rigurosa sobre el tema hasta la fecha, aportando notas documentales y desmontando mitos.
- César Vidal, escritor y divulgador, incluyó el episodio en “José Antonio, biografía no autorizada” (1996). Su tratamiento es más breve y narrativo; menciona que José Antonio fue expulsado del Ejército en 1930 por abofetear a Queipo en el Lyon d’Or por hablar mal del Dictador laverdadnitemeniofende.home.blog. Sin embargo, Vidal no aporta mucho análisis crítico y su versión adolece de simplificación (por ejemplo, no detalla la intervención de más personas).
- Stanley G. Payne, historiador norteamericano, trató el incidente en su obra “Falange: Historia del fascismo español” (original de 1965, revisado en 1999). Payne, en ediciones más recientes, recogió informaciones de segunda mano, incluso referencias a la hija de Queipo de Llano. Sumó detalles poco fiables (como que José Antonio golpeó con una “llave inglesa” provocando una cicatriz permanente a Queipo) laverdadnitemeniofende.home.blog. Estas afirmaciones se basaban en testimonios familiares de Queipo y no en pruebas documentales, y por ello se consideran erróneas.
Otras fuentes:
- Biógrafos falangistas como Enrique de Aguinaga o Pavón Pereyra (que en 1947 publicó “De la vida de José Antonio”) mencionaron el suceso, a veces con tono hagiográfico. Pavón, por ejemplo, combinó fragmentos de la declaración de José Antonio con la entrevista de 1930, presentándolo como un episodio casi caballeresco filosofia.org.
- Más recientemente, trabajos como “José Antonio: realidad y mito” (2017) de Eduardo González Calleja, o artículos históricos en prensa (ej. El Debate, 13/10/2023, citando a Cristina Barreiro) han vuelto sobre el tema con perspectiva objetiva, confirmando la veracidad del altercado eldebate.comeldebate.com.
- eldebate.com El día que degradaron a José Antonio por pegarse con el general Queipo: «El 9 de febrero de 1930, el general Queipo de Llano escribió una carta a don José Primo de Rivera y Orbaneja, hermano del dictador, en la que entre otras cosas, le llamaba estulto, refiriéndose a una palabras pronunciadas por don José en cierta conversación. Como el señor Primo de Rivera es anciano y estaba enfermo, su sobrino don José Antonio, el día 10, buscó en un café de la calle Alcalá, al general Queipo de Llano y le agredió, interviniendo en el accidente los otros dos procesados».
- filosofia.org José Antonio Primo de Rivera, Últimas palabras ante el Consejo de Guerra por la agresión a Gonzalo Queipo de Llano, 18 de marzo de 1932 injuriaba de una manera violenta y descompuesta a un sexagenario y enfermo…, y obramos como debíamos obrar en conciencia, pues el final de la carta era: «Conmigo no se ha atrevido nadie», y debajo: «Vivo en tal sitio». Observen que no es la fórmula social: «su casa, tal», no; es «vivo en tal sitio».
- laverdadnitemeniofende.home.blog Queipo de Llano, incidente con José Antonio Primo de Rivera – La verdad ni teme ni ofende. El 9 de febrero de 1930, José Antonio, su hermano Miguel, y su primo Sancho Dávila decidieron pedir explicaciones: José Antonio fue a la casa de Queipo y este no les quiso recibir. Sabedor José Antonio que Queipo de Llano tenía su tertulia en el Café Lyón D´or de la calle Alcalá, por la noche, y conociendo que a esa tertulia acudían varios enemigos de su padre, se hizo acompañar de su hermano y de su primo, al encontrarlo, preguntando a un camarero (pues se desconocían mutuamente), le mostró la carta y le pregunto sí era suya, le contestó que sí, devolviéndosela en actitud retadora y José Antonio le dio un
- filosofia.org José Antonio Primo de Rivera, Últimas palabras ante el Consejo de Guerra por la agresión a Gonzalo Queipo de Llano, 18 de marzo de 1932 del Dictador, José Primo de Rivera y Orbaneja , de quien se contaba que había dicho que aquél había sido relevado del mando de las fuerzas militares de Ceuta en 1924 «por chulo». Conocedor del escrito, José Antonio acudió en busca de Queipo de Llano, a quien finalmente hallará en el café Lyon d’Or. Tras inquirirle sobre la autoría de la carta, José Antonio propinó una bofetada al general, en defensa del cual se alzaron quienes le acompañaban, interviniendo también en la riña 6 y su primo Sancho Dávila y Fernández de Celis.
- revistas.ucm.es [PDF] La censura de prensa y el sepelio de Primo de Rivera [PDF] La censura de prensa y el sepelio de Primo de Rivera En marzo de. 1930 intentó aprovechar el momento para recuperar la imagen del dictador (a quien llama caudillo) y exculparlo. Cuando la censura ...
- sergio-camero.blogspot.com > Mientras tanto, en La Ballena Alegre, el sótano del establecimiento, se congregaban miembros de la Falange Española, entre ellos su líder, José Antonio Primo de Rivera, acompañados de intelectuales como Agustín de Foxá y Rafael Sánchez Mazas. Según la creencia popular, en este mismo lugar se escribió el himno falangista «Cara al Sol», aunque otros autores, incluido el propio Foxá, sitúan su creación en otro local madrileño conocido como La Cueva de Orkompon.
- es.wikipedia.org Café Lion - Wikipedia, la enciclopedia libre El café Lion (1931-1993), fue un establecimiento de 42 situado en la calle de Alcalá número 59, junto a la 44. Heredero de los cafés de tertulia del siglo XIX,[ 1 ] su periodo de mayor apogeo coincidió con los años de la 46.[ 2 ][ 3 ]
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