jueves, 25 de septiembre de 2025

2ª parte: Medio siglo de tertulias en el Café Lyon (1933‑1985). Un café madrileño convertido en foro literario, político y sobrenatural.

1ª parte: El Café Lion y La Ballena Alegre, un icono de la modernidad en Madrid: Actual «The James Joyce Irish Pub» https://sergio-camero.blogspot.com/2025/01/el-cafe-lion-y-la-ballena-alegre-un.html

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1. La tertulia de «La Ballena Alegre» en el Café Lion (Madrid)

Contexto histórico y social en la II República.

El Café Lion, inaugurado en 1931 en el nº 59 de la calle Alcalá de Madrid, se convirtió pronto en un hervidero de tertulias intelectuales de todas las tendencias en los convulsos años de la Segunda República. Madrid tenía por tradición los cafés de tertulia, espacios donde escritores, políticos, artistas y bohemios debatían apasionadamente. 

En el Lion coincidían en un mismo local: en la planta principal se reunían círculos de intelectuales republicanos y de izquierda (como Federico García Lorca con sus amigos de la Generación del 27, el editor José Bergamín o el político Antonio Sánchez Román), mientras que en el sótano se congregaba un grupo de jóvenes derechistas encabezados por José Antonio Primo de Rivera. Pese a representar posturas ideológicas opuestas, existía cierto respeto personal e incluso amistad entre algunos de ellos. Por ejemplo, está documentado que José Antonio (fundador de la Falange) y el poeta Lorca “eran buenos amigos” y solían cenar juntos los viernes.

Aquella relativa convivencia en el café no estaba exenta de tensiones. Las distintas camarillas intercambiaban bromas mordaces e “improperios” entre sí, y más de un concurrente asistía armado: como recordó el periodista falangista Jacinto Miquelarena, “los revólveres permanecían ocultos, pero a mano, en los bolsillos sobaqueros de los gabanes”. Sin embargo, antes de que todo estallara en 1936, aquellas discusiones políticas acaloradas todavía transcurrían en un ambiente de debate intelectual, con las ideas y las letras sustituyendo temporalmente a las balas. Este es el caldo de cultivo social en el que surgió la famosa tertulia de “La Ballena Alegre” en el sótano del Café Lion.


Origen de la tertulia «La Ballena Alegre» (1931-1933).

El Café Lion abrió sus puertas el 10 de octubre de 1931, en plena efervescencia cultural madrileña. Sus propietarios, la familia Gallardo, habilitaron en el sótano un elegante salón de estilo germánico sin precedentes en la ciudad: un espacio decorado con frescos de temática marina y un gran letrero en alemán “Zum Lustigen Walfisch” (que significa “La Ballena Alegre”). 

El pintor Hipólito Hidalgo de Caviedes fue el autor de esos murales vanguardistas, con ballenas sonrientes, sirenas y escenas de pesca que daban al salón un aire de bodega de barco ballenero. La cuidada ambientación —faroles náuticos, un pequeño velero colgando del techo y un espejo reflejando un viejo reloj de péndulo entre las olas pintadas— confería al lugar un encanto burgués y mágico que atrajo a muchos tertulianos desde el principio.

Desde su inauguración, el Café Lion acogió diversas tertulias literarias e ideológicas. En ese sótano de la Ballena Alegre comenzaron a reunirse jóvenes intelectuales de derecha descontentos con la política republicana. Pedro Mourlane Michelena –un veterano periodista oriundo de Irún– fue uno de los primeros animadores de la tertulia, a la que también acudían escritores como Rafael Sánchez Mazas o José María Alfaro antes de que José Antonio Primo de Rivera se incorporase en octubre de 1932.


Desarrollo y auge de «La Ballena Alegre» (1933-1936).

Los participantes de La Ballena Alegre mantenían largas veladas discutiendo sobre literatura, filosofía, historia de España y, cada vez más, sobre la problemática política del momento: la crisis de la República y el auge de los extremismos. 

Aunque José Antonio Primo de Rivera era el líder político del grupo, La Ballena Alegre “no fue jamás una tertulia política al uso”, sino más bien un círculo de escritores y artistas de afinidad falangista al que cualquiera era bien recibido. De hecho, José Antonio –abogado de formación y hombre de gran cultura– gustaba de debatir de forma intelectual. Así, en la Ballena Alegre se alternaban las discusiones estéticas (poesía, filosofía, corrientes literarias) con las discusiones políticas (patria, orden social, anti-marxismo). La ironía y oratoria de José Antonio, así como el ingenio sarcástico de Agustín de Foxá o Víctor de la Serna, amenizaban las tertulias, salpicadas de anécdotas y humor, aunque subyacía la gravedad de la situación nacional.

La tertulia seguía conviviendo en el café con sus “rivales” ideológicos: no era raro que al subir a la barra del Lion, un falangista de la Ballena se cruzara con algún poeta de izquierdas de la tertulia de arriba (Miguel Hernández, Pablo Neruda o el propio Lorca) e intercambiaran miradas desafiantes o pullas sarcásticas. “Se percibía una gran tensión cuando cualquiera de los integrantes de esta tertulia se cruzaba con poetas como Hernández o Lorca”, relataría un testigo de la época. Aun así, esa coexistencia pacífica en el Lion continuó hasta que la polarización política llegó a un punto crítico.


Contenido y debates en la tertulia.

No todo, sin embargo, era política. La tertulia tenía un fuerte componente literario y cultural. Varios miembros (Foxá, Montes, Sánchez Mazas) eran escritores de vocación y traían poemas, novelas o ensayos para comentar. Se hablaba de literatura clásica española (Quevedo, Cervantes) con la misma pasión que de poesía contemporánea o de corrientes artísticas europeas. También se discutía sobre religión, filosofía (influencias de Ortega y Gasset o de Charles Maurras). 

Pero al decir de los propios participantes, nunca se exigió una adhesión absoluta: “no se pedía a nadie una determinada profesión de fe ni afiliación a partido alguno”, recordó Tomás B. Gistau refiriéndose al ambiente abierto de La Ballena. 

Esa atmósfera relativamente plural hacía que los temas de debate pudieran oscilar desde la poesía de Lorca hasta la política. En palabras de Fanny Rubio, en aquellos cafés “se hablaba de cultura, poesía e, incluso, se vivía la pasión política… se cambiaba la dirección del mundo”

Así, La Ballena Alegre representó la mezcla muy española de tertulia literaria y tertulia conspirativa, con chistes y versos en una mano y proclamas y cánticos en la otra.



Citas y testimonios contemporáneos.

Varios testimonios de la época (o poco después) nos han transmitido retazos vivos de lo que fueron aquellas reuniones en La Ballena Alegre. A continuación se recogen algunas citas ilustrativas:

    • Jacinto Miquelarena, periodista, describió la tensa tranquilidad que reinaba entre grupos ideológicamente opuestos en el Café Lion: “Antes de la Guerra Civil, republicanos y falangistas compartían el mismo espacio del café Lyon en aparente vecindad benévola, si bien los revólveres permanecían ocultos, pero a mano, en los bolsillos sobaqueros de los gabanes”. Esta frase pintoresca –revólver al cinto pero conversación educada– se ha vuelto célebre al evocar el clima del Madrid preguerra.

    • Tomás Borrás Gistau, escritor y contertulio, rememoró el origen de la tertulia e insiste en que “La Ballena Alegre no fue jamás una tertulia política estricta... fue una reunión de escritores y artistas donde se recibía cordialmente a todo el mundo y no se pedía a nadie una determinada profesión de fe”. Este testimonio subraya el carácter abierto y cultural de la peña, a pesar de su orientación ideológica.

    • Pepín Bello, amigo de Lorca y miembro de la Residencia de Estudiantes, aportó décadas después un valioso testimonio sobre la amistad entre José Antonio y Federico García Lorca en el Lion. En entrevistas recogidas por David Castillo, Bello contó: “Todos los viernes cenaban juntos José Antonio y Federico, ya que eran buenos amigos”. Este recuerdo, corroborado por otros, humaniza a los protagonistas y demuestra que la tertulia del Lion también fue un espacio de encuentro personal más allá de las trincheras políticas.

    • Agustín de Foxá, aunque noveló los hechos en Madrid, de Corte a Checa, dejó plasmado literariamente el ambiente bohemio de La Ballena Alegre. Describe a José Antonio rodeado de amigos como Sánchez Mazas, Alfaro o Ridruejo en un “sótano alegre” decorado con motivos vascos donde planifican componiendo un himno entre bromas.

Estos testimonios de primera mano (o de pocos años después) permiten imaginar con viveza la atmósfera de La Ballena Alegre: la mezcla de camaradería juvenil, fervor patriótico y café contertulio en un Madrid que se encaminaba al abismo.


Iconografía de «La Ballena Alegre».

Aunque no se conservan fotografías de los contertulios en plena tertulia (al menos no se conocen imágenes públicas del grupo reunido), sí disponemos de referencias visuales del propio espacio físico de La Ballena Alegre. El salón del sótano era en sí mismo todo un personaje, con su decoración característica que dio nombre a la tertulia.

Fotografía: Memorialdemadrid.es

Uno de los elementos icónicos eran los murales pintados por Hipólito Hidalgo de Caviedes. En ellos destacaba una gran ballena sonriente surcando olas estilizadas, flanqueada por sirenas y motivos marineros. En la escalera de acceso al sótano podía leerse, integrado en la pintura, el rótulo “Zum Lustigen Walfisch” en letras góticas, acompañado de figuras alegóricas. Esta imagen de la ballena alegre se convirtió en el emblema oficioso del lugar.

Los frescos, de estilo art déco tardío, usaban colores planos y motivos «naif» para crear una atmósfera entre lo infantil y lo onírico. El techo bajo y las luces cálidas reforzaban la sensación de cripta acogedora, casi secreta, donde los tertulianos se sentían como en la bodega de un barco navegando entre ideas.

Además de los murales, el local contaba con mobiliario funcional: largos bancos corridos tapizados adosados a la pared, mesitas de mármol estrechas y sillas sencillas de madera. No era especialmente amplio, pero sí suficientemente espacioso para acomodar a una veintena larga de personas. En las fotografías de la época se aprecia la disposición rectangular del salón, con los murales dominando la vista y, al fondo, un pequeño escenario o hueco. Ese decorado tan peculiar causó sensación en 1931 por su modernidad, llegando a aparecer en revistas de la época como Cortijos y Rascacielos.

Hoy en día, sorprendentemente, se conservan los murales originales de La Ballena Alegre. El local del Café Lion existe todavía, reconvertido desde finales de los 90 en un pub irlandés (The James Joyce Pub). Los frescos de Hidalgo de Caviedes han sido restaurados y se mantienen en las paredes. Ver esos dibujos de sirenas y ballenas polícromas hoy, casi 95 años después, produce un cierto escalofrío histórico: son testigos mudos de las conversaciones apasionadas que tuvieron lugar bajo su mirada. Son, en definitiva, la iconografía visual asociada a la tertulia –tanto que el propio nombre “Ballena Alegre” proviene directamente de esas pinturas– y han acabado por simbolizar todo un capítulo de la memoria cultural madrileña.


2. Participantes en la tertulia La Ballena Alegre del Café Lion.

Contexto y participantes de La Ballena Alegre.

Entre los participantes habituales de La Ballena Alegre figuraban Agustín de Foxá, Rafael Sánchez Mazas, Dionisio Ridruejo, José María Alfaro, Víctor de la Serna, Eugenio Montes, Jacinto Miquelarena, Pedro Mourlane Michelena y Alfredo Marqueríe, todos ellos de la denominada «Corte Literaria de José Antonio».

A esta lista se suman otros nombres menos literarios pero presentes en aquellas veladas, como el pintor Alfonso Ponce de León y el diplomático musicólogo Luis de Urquijo. 

A continuación se presenta una relación detallada de cada uno de los principales escritores de la tertulia –su biografía y una reseña de su obra más representativa–, para comprender su perfil intelectual y legado literario en el contexto de aquella España convulsa de preguerra:


Agustín de Foxá (1906–1959).

Biografía.

Agustín de Foxá y Torroba, noble madrileño (tercer conde de Foxá y marqués de Armendáriz), fue un diplomático, periodista, poeta y novelista destacado de su generación. Educado en Derecho, ingresó en la carrera diplomática en 1930 y sirvió en legaciones como Bucarest, Roma, Helsinki o Buenos Aires. 

Imagen: RAHistoia
Foxá fue amigo personal de José Antonio Primo de Rivera e integrante principal del círculo intelectual que le rodeaba. Asistía cotidianamente a La Ballena Alegre, formando parte del grupo de poetas y escritores que allí se reunía. De hecho, Foxá colaboró en la creación de la letra de «Cara al sol» junto a Sánchez Mazas, Eugenio Montes, Miquelarena, etc., aportando su ingenio poético al himno que se gestó en la famosa cena del restaurante Or-Kon-Pan en 1935. 

Tras la contienda continuó su carrera diplomática ocupando destinos clave. Fundó revistas como Legiones y Falanges en Roma, donde colaboraron también intelectuales jóvenes como Camilo José Cela e ingresó en la Real Academia Española en 1959, poco antes de su fallecimiento, aunque no llegó a tomar posesión.

Obra más representativa: Madrid, de corte a checa (1938).

La obra cumbre de Agustín de Foxá es sin duda su novela "Madrid, de Corte a checa", publicada en plena Guerra Civil (1938). Se trata de una novela que ha pasado a la historia como una de las grandes narraciones sobre el conflicto. Escrita “al calor de los acontecimientos” durante 1936-37, cuando Foxá se hallaba en Salamanca, la novela recrea los últimos meses del Madrid republicano desde la perspectiva de un joven falangista, José Félix, en quien el autor vuelca rasgos autobiográficos. Madrid, de Corte a checa destaca por su estilo ágil y brillante, mezcla de lirismo e intención documental. La crítica ha subrayado su gran poder de síntesis lírica, capaz de resumir situaciones dramáticas en frases de intenso colorido. A nivel temático, la novela es una denuncia rotunda de la realidad del Madrid en el periodo republicano del Frente Popular, mostrando las persecuciones y el caos en la retaguardia republicana. 

La novela posee innegables valores literarios: Foxá despliega un dominio notable de la metáfora y una fina ironía aristocrática incluso al describir horrores, imprimiendo a la narración un tono entre épico y sarcástico. No en vano, la obra fue pronto considerada “una de las mejores novelas de la primera mitad del siglo XX” en España dentro de su género. Madrid, de Corte a checa se reconoce hoy como testimonio histórico-literario de primera mano sobre la Guerra Civil. En definitiva, esta novela representativa de Foxá conjuga el refinamiento estilístico del dandy cultivado que él era, ofreciendo al lector un fresco vibrante de un Madrid sumido en la violencia revolucionaria.


Rafael Sánchez Mazas (1894–1966).

Biografía.

Fotografía: RAHistoria.com
Rafael Sánchez Mazas, madrileño de familia acomodada, fue un escritor, periodista y político. Formado en derecho, vivió de joven en Roma como corresponsal. En La Ballena Alegre, Sánchez Mazas era figura central: compartía tertulia y fue también coautor de la letra de «Cara al sol», aportando versos en aquella labor colectiva de otros poetas. 

Durante la Guerra Civil, vivió una odisea personal: se refugió inicialmente en la embajada de Chile en Madrid para eludir la represión republicana, pero acabó preso; en 1939, poco antes de terminar la contienda, sobrevivió milagrosamente a una ejecución por milicianos republicanos en Barcelona, escapando en el último momento –un episodio que lo hizo famoso décadas más tarde al novelarlo Javier Cercas en Soldados de Salamina. 

Sánchez Mazas ocupó tras la guerra cargos políticos relevantes, fue ministro sin cartera y procurador en Cortes. A partir de los años 40 su protagonismo política decayó y volvió sobre todo a la actividad literaria y periodística. Ingresó en la Real Academia Española en 1940. Su estilo en poesía –de corte neoclásico, según la crítica– y su prosa siempre mantuvieron cierta nostalgia estética del pasado.


Obra más representativa: La vida nueva de Pedrito de Andía (1951).

Aunque la obra de Sánchez Mazas abarcó poesía, ensayo y memorias, su creación literaria más destacada es la novela "La vida nueva de Pedrito de Andía", publicada en 1951. Esta novela supuso el regreso de Sánchez Mazas a la ficción después de la guerra y está considerada su obra maestra, “una hermosa evocación de la adolescencia” narrada en primera persona. En Pedrito de Andía, Sánchez Mazas recrea con delicadeza el mundo de un adolescente en el norte de España (el protagonista pasa un verano en el ambiente tradicional de la oligarquía vasca) y, a través de sus ojos, explora el descubrimiento del amor y el fin de la inocencia. La novela está impregnada de un tono nostálgico y costumbrista; el autor vuelca en ella sus propios recuerdos idealizados de juventud, dotándolos de un lirismo sereno y melancólico. La crítica ha elogiado la sinceridad emotiva y la fineza narrativa de Sánchez Mazas en esta novela, capaz de conmover al lector con una historia sencilla y personajes entrañables. En cualquier caso, por su calidad literaria y su impacto (fue muy leída en los 50), esta novela se considera la aportación más significativa de Sánchez Mazas a las letras españolas, destacando frente a otras obras suyas menores –como Rosa Krüger, novela corta escrita en 1937 y publicada póstumamente, de interés más que nada testimonial. La vida nueva de Pedrito de Andía perdura como un canto intimista a la adolescencia, escrito con la pluma elegante.


Dionisio Ridruejo (1912–1975).

Biografía.
Fotografía: hoyesarte.com
Dionisio Ridruejo Jiménez fue un poeta, ensayista y político soriano, adscrito a la llamada “Primera generación poética de posguerra” o Generación del 36. Ridruejo frecuentó las tertulias de La Ballena Alegre desde sus inicios, integrándose en aquel grupo literario donde trabó amistad con Foxá, Alfaro y demás intelectuales. A él se le atribuyen dos versos de la letra de «Cara al sol» –concretamente los famosos “Volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz”– que aportó a la redacción colectiva del himno. 
Ridruejo fue ante todo poeta. Su poesía inicial se adscribe a la corriente arraigada de posguerra (clasicista, serena, de estrofas pulidas), aunque su evolución vital se reflejó también en su obra, volviéndose más íntima y reflexiva con los años.

Obra más representativa: Cuadernos de Rusia (1978, escritos en 1943).
Aunque Ridruejo publicó notables poemarios –como Primer libro de amor (1939) o Sonetos a la piedra (1943)– y unas memorias políticas muy reveladoras (Casi unas memorias, 1975, publicadas póstumamente), su obra más representativa en cuanto a impacto y calidad literaria es probablemente "Cuadernos de Rusia". 
Se trata de un diario memorialístico que Ridruejo escribió habiendo sido voluntario en la División Azul a su regreso del frente del Este, entre 1942 y 1943, aunque no vería la luz hasta finales de los años 70, después de su muerte. Estos Cuadernos están considerados “la obra cumbre de la literatura memorialística sobre la División Azul”. 
En ellos, Ridruejo vuelca sus vivencias como integrante de la división de voluntarios españoles que combatieron contra la URSS. El texto combina la inmediatez del apunte diarístico con una prosa de gran altura literaria: Ridruejo observa el crudo invierno ruso, la vida en las trincheras, el paisaje y el sufrimiento, con la sensibilidad de un poeta y la honestidad de quien empieza a cuestionarse ciertas certezas. 

De hecho, Cuadernos de Rusia resulta doblemente interesante: por un lado, es un testimonio histórico de primer orden sobre la guerra en el frente oriental narrado por un español (sus descripciones de la estepa nevada, de los combates y del ánimo de los soldados son vivísimas); por otro lado, revela ya atisbos del cambio interno de Ridruejo. 
Literariamente, la obra se caracteriza por un tono sobrio y reflexivo, lejos de la retórica grandilocuente de la propaganda. Ridruejo, con sincera humanidad, registra impresiones cotidianas, diálogos con camaradas, y también profundas meditaciones sobre España y el destino europeo en aquel momento trágico. El resultado es un libro emotivo, elegante y desgarrador a la vez, que muchos críticos comparan con los mejores diarios de guerra. Cuadernos de Rusia permite apreciar la calidad literaria de Ridruejo más allá de su poesía: su capacidad de observación y su honestidad intelectual. En suma, esta obra se erige como la más representativa de su autor.

José María Alfaro (1905–1994).

Fotografía: wikipedia
José María Alfaro Polanco fue un periodista, escritor y diplomático burgalés cuya vida atravesó un curioso viraje ideológico en los años 30. En su juventud, Alfaro se movió en círculos literarios vanguardistas e incluso coqueteó con el republicanismo: en 1931 publicó una Elegía al capitán Galán (homenajeando al militar que se rebeló por la República) y trabajó en el periódico liberal El Sol. Sin embargo, hacia 1933 giró hacia el falangismo.

Asiduo a La Ballena Alegre, Alfaro figuró entre los jóvenes escritores de la tertulia y participó en la escritura coral del himno «Cara al sol» (se le reconoce la aportación de alguna estrofa durante la famosa reunión del Or-Kon-Pan).

Durante la Guerra Civil, fue capturado y encarcelado un tiempo, logró refugiarse en la embajada de Chile hasta el final de la contienda. Después de la guerra fue nombrado director del diario Arriba en marzo de 1939, y poco después Subsecretario de Prensa y Propaganda (1939-1940). Durante décadas ocupó puestos influyentes: procurador en Cortes, miembro del Consejo Nacional del Movimiento, embajador de España en Colombia y Argentina, e incluso presidente de la agencia EFE ya en la Transición (1976-1983). 
Esta larga carrera institucional no le apartó de las letras: Alfaro continuó escribiendo crónicas, poesía y ensayo. Ganó el Premio Nacional de Literatura en 1933 y más tarde premios de periodismo como el Mariano de Cavia (1944). En su trayectoria literaria, además de poesías de juventud y teatro, cultivó la narrativa con novelas breves en la posguerra.

Obra más representativa: Leoncio Pancorbo (1942).
La producción literaria de José María Alfaro no alcanzó quizá la fama de la de algunos de sus colegas de tertulia, pero merece atención su novela "Leoncio Pancorbo", publicada en 1942. Se trata de una novela corta en la que Alfaro ofrece un relato alegórico sobre la búsqueda de sentido vital en la España de posguerra. 

El protagonista, Leoncio Pancorbo, es un personaje que encarna cierto desencanto y a la vez esperanza en la “nueva España”. A través de sus “cuatro estaciones” (alusión a capítulos que reflejarían las etapas del año y de la vida), la novela explora los estados de ánimo de la posguerra: la tristeza del pasado reciente, el anhelo de reconstrucción y la necesidad de reconciliar los ideales con la realidad. 
Alfaro se centra en introspecciones personales. Leoncio Pancorbo se caracteriza por un estilo sobrio y reflexivo, heredero de la prosa de Azorín y de ciertos vanguardistas con los que Alfaro se formó. Hay en el libro pasajes poéticos sobre el paisaje castellano (no en vano Alfaro era de Burgos y amaba Castilla, “cuna de ríos... que le determinó su ser”, según decía) y diálogos que plantean cuestiones morales. 
Su valor literario radica en la calidad de su prosa, Alfaro tenía oficio y buena pluma. La crítica reciente la ha estudiado como ejemplo de literatura arraigada, que busca unir sentimiento patriótico con introspección espiritual. Si bien Leoncio Pancorbo no alcanzó la perdurabilidad de otras novelas de posguerra, sigue siendo la obra narrativa más representativa de José María Alfaro, en cuanto condensa su visión del mundo y su estilo contenido.


Víctor de la Serna (1896–1958).

Fotografía: imbd.com
Víctor de la Serna y Espina fue un periodista, escritor y diplomático que destacó por su labor informativa. Hijo de la novelista Concha Espina, nació en Chile pero se crio en Cantabria. Tras una carrera como inspector de enseñanza, pronto se volcó en el periodismo: fundó y dirigió en Santander el diario La Región y colaboró con numerosos medios. 
En la tertulia de La Ballena Alegre fue uno de los poetas que asistía, aportando a las discusiones su bagaje cultural (era hijo de escritora y muy leído). 
Estuvo presente en la célebre confrontación dialéctica con Unamuno en 1936. 
Como periodista, dirigió durante la guerra el diario Informaciones de Madrid. De la Serna ejerció como corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial. Finalizada la contienda, continuó su trabajo desde la prensa y la diplomacia.
Víctor de la Serna es recordado principalmente como autor de literatura de viajes. Antes de la guerra ya había publicado crónicas viajeras, pero tras ella desarrolló una serie de libros bajo el título general de Nuevo viaje de España, en los que recorría regiones españolas. De hecho, está considerado el representante más destacado en España de una “literatura de viajes”, caracterizada por su visión cultural de la nación.

Obra más representativa: Nuevo viaje de España: La Ruta de los Foramontanos (1956).

La obra cumbre de Víctor de la Serna en este ámbito es "Nuevo viaje de España. La Ruta de los Foramontanos", publicada en 1956, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Este libro es parte de su serie de ensayos viajeros en los que De la Serna recorre España. En La Ruta de los Foramontanos, se centra en Cantabria y Castilla –siguiendo los pasos legendarios de los foramontanos, aquellos cántabros repobladores de Castilla en la Reconquista–. El texto mezcla la descripción geográfica y costumbrista con la reflexión histórica. 

De la Serna traza un itinerario sentimental: pueblos, montañas y costas del norte ibérico van desfilando ante el lector, mientras el autor entreteje comentarios eruditos y apreciaciones personales. 
Literariamente De la Serna escribe con prosa ágil, salpicando el relato de anécdotas, diálogos con lugareños y ricas descripciones. Su estilo periodístico se aprecia en la vivacidad de las escenas, y su bagaje cultural en las referencias históricas (de la Serna, hijo de Concha Espina, tenía sensibilidades literarias). 
El libro, consolidó a De la Serna como escritor y sigue siendo su obra más recordada.

Eugenio Montes (1900–1982).

Biografía.
Fotografía: wikipedia
Eugenio Montes Domínguez, nacido en Vigo, fue un periodista, ensayista, poeta y político de intensa trayectoria ideológica. De joven, Montes se movió en las vanguardias literarias: participó en tertulias ultraístas en Madrid y publicó poemas y relatos en gallego en los años 20. Doctorado en Filosofía bajo la tutela de Ortega y Gasset, tenía un perfil intelectual alto. En lo político, durante la Segunda República osciló entre el tradicionalismo monárquico (colaboró en la revista Acción Española) y el naciente falangismo. 

Tras la Guerra Civil, Montes continuó su carrera periodística: corresponsal de ABC y director del Instituto de España en Lisboa, entre otros cargos. Fue miembro de la Real Academia Española en 1978.  Montes es recordado por su oratoria brillante. 
Con Manuel Machado fundó la tertulia “Ocio atento” en el Café Lyon, heredera de La Ballena Alegre. Su producción literaria abarcó poesía en gallego (como Versos a tres cás o neto, 1930), pero sobre todo ensayo y crónica periodística en castellano. Publicó en revistas como Escorial y Vértice. Su estilo era culto, de aliento clásico y tono doctrinal.

Obra más representativa: El viajero y su sombra (1940).
Este libro de ensayos –cuyo título evoca a Nietzsche, pero cuyo espíritu es muy distinto– recoge las impresiones de Montes durante sus viajes como corresponsal en la Europa convulsa de preguerra. 
Se trata de una obra híbrida de crónica viajera y reflexión filosófico-política, en la que Montes, “viajero”, observa distintas realidades europeas mientras proyecta sobre ellas la “sombra” de sus convicciones. El libro incluye estampas de Italia, Alemania y Portugal (países donde Montes estuvo destinado) junto a reflexiones sobre España. Su escritura es elegante y sobria, característica del autor, con frases bien cinceladas y referencias constantes a la cultura clásica y cristiana. 
Como obra literaria, aunque quizás menor en comparación con plumas más célebres, es representativa de Eugenio Montes en su faceta de cosmopolita cultivado (viajero, políglota, académico). En ese equilibrio está su voz propia. En suma, El viajero y su sombra permanece como la obra emblemática de Eugenio Montes.








Jacinto Miquelarena (1891–1962).

Biografía.
Fotografía: bremaneur.com
Jacinto Miquelarena Regueiro, bilbaíno de nacimiento, fue un periodista polifacético, escritor de humor y corresponsal de guerra que vivió de cerca las tensiones de su tiempo. Cosmopolita desde joven (estudió en Francia e Inglaterra), se inició en el periodismo deportivo fundando diarios en Bilbao y luego pasó a Madrid, donde en 1932 se incorporó al periódico ABC. Allí despuntó por sus crónicas llenas de ingenio y humor, pues Miquelarena tenía un talante festivo e irónico. 

En los años previos a la Guerra Civil, aunque no era un ideólogo de primera fila, fue uno de los habituales de La Ballena Alegre, aportando el toque desenfadado a la tertulia literaria. De hecho, participó en la creación de «Cara al sol» escribiendo un par de versos del himno junto a sus compañeros de tertulia. Por su veteranía y amistad con José Antonio, era respetado en el grupo. 

Cuando estalló la Guerra Civil, Miquelarena se refugió de la represión republicana en la embajada de Argentina en Madrid –experiencia que luego narraría en sus libros–. Durante la contienda fue director de Radio Nacional de España en Salamanca en plena guerra. En 1938 recibió el prestigioso Premio Mariano de Cavia de periodismo. 
Tras la guerra, continuó ligado al diario ABC como corresponsal en el extranjero (destinos como Buenos Aires, Berlín, Londres y finalmente París). Sin embargo, sus últimos años estuvieron marcados por la tragedia: enfermo de cáncer y hostigado por ciertos desencuentros con su periódico, se suicidó en París en 1962 arrojándose al metro –un final trágico que conmovió al mundo periodístico de la época. 
En lo literario, Jacinto Miquelarena cultivó diversos géneros: escribió populares libros de viajes (como El gusto de Holanda, 1929; Pero ellos no tienen bananas, 1930, sobre Nueva York), donde desplegaba su humor cosmopolita. Incursionó también en el teatro de comedia junto a amigos como Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela, colaborando en revistas humorísticas legendarias (La Ametralladora, La Codorniz). Además, tras la guerra publicó con seudónimo El Fugitivo dos libros testimoniales: Cómo fui ejecutado en Madrid (1937) y El otro mundo (1938), donde relataba su experiencia clandestina durante el “terror rojo”. Pero quizá su faceta más celebrada fue la de novelista humorístico.

Obra más representativa: Don Adolfo, el libertino (1940).

La obra literaria más representativa de Miquelarena es la novela "Don Adolfo, el libertino. Novela de 1900", publicada en 1940. Se trata de una deliciosa novela humorística ambientada en la España de la Belle Époque (año 1900), en la que Miquelarena despliega todo su ingenio para recrear con ternura y sorna la sociedad finisecular. Don Adolfo, el libertino es descrita por la crítica editorial como “una historia llena de humor y ternura” en el Madrid castizo de 1900, con sus contrastes entre el bullicio burocrático y festivo de las verbenas populares, y la vida elegante de la aristocracia. 
El protagonista, Don Adolfo –nombrado marqués de Solocoeche en la novela– es un joven noble frívolo y divertido, un auténtico Don Juan novecentista que corre aventuras galantes y provoca más de un enredo. Acompañado siempre por su leal criado Carpóforo, Don Adolfo encarna ese arquetipo del seductor despreocupado al que, como adelanta el autor, “una vez más le salva el amor” de las consecuencias del libertinaje. 
La crítica destaca la recreación de época lograda en Don Adolfo, el libertino: Miquelarena consigue evocar la atmósfera de 1900 –un Madrid de organillos, chulapas y caballeros de bigote retorcido– con un estilo que recuerda a la novela costumbrista decimonónica, pero refrescada por la ironía moderna. 
Literariamente, la novela se inscribe en la tradición humorística española que cultivaron también Jardiel y Mihura, amigos del autor. De hecho, Miquelarena fue pionero en ese terreno y aquí muestra su maestría: diálogos ingeniosos, personajes estrafalarios (como el propio Carpóforo, una suerte de Sancho Panza doméstico), y situaciones equívocas llevadas con ritmo teatral.
Es, en definitiva, la obra que mejor resume la valía literaria de Jacinto Miquelarena, al margen de su labor periodística. En sus páginas quedan inmortalizados su humor inteligente, su buen gusto narrativo y ese amor por la vida ligera pero profundamente humana de una España ya desaparecida. Es fácil imaginar que, al escribirla en 1940, Miquelarena encontraba en la risa del 1900 un refugio frente a la dureza del 1939 recién vivido. Gracias a ello legó una novela encantadora, que todavía arranca sonrisas nostálgicas al lector contemporáneo.


Pedro Mourlane Michelena (1888–1955).

Biografía.
Fotografía: memoriahispanica.com
Pedro Mourlane Michelena, natural de Irún (País Vasco), fue un veterano periodista, crítico literario, poeta y ensayista. Mayor en edad que otros tertulianos, Mourlane era casi el decano de la corte literaria de José Antonio: ya había desarrollado una sólida carrera intelectual en las décadas previas. Colaboró en numerosos periódicos vascos y madrileños desde joven y poseía una vasta cultura (dominaba varios idiomas). 
En los años 20 fue compañero de Ramiro de Maeztu y Ramón de Basterra en la Escuela Romana del Pirineo, un cenáculo intelectual en Bilbao. Gran conversador y hombre de tertulias, frecuentó tanto el Café Lion d’Or (otra tertulia bilbaína de intelectuales) como La Ballena Alegre en Madrid. 
Mourlane era admirado por su erudición y verbo fácil: se convirtió en una suerte de mentor para muchos. Participó junto a José Antonio y los demás en la famosa reunión donde se compuso «Cara al sol», contribuyendo también con ideas para la letra. 
Después de la Guerra Civil fue director del diario Arriba y de las revistas literarias Vértice y Escorial, en los años 40. También integró instituciones culturales como la Academia Musa Musae y el CSIC, evidenciando su papel de intelectual. Orador brillante, dio conferencias por toda Hispanoamérica. 

Obra más representativa: Arte de repensar los lugares comunes (1956).
Publicada póstumamente en 1956. Este ensayo largo (subtitulado “Alegre versión del tópico y el contratópico de Prensa”) es una recopilación de reflexiones y artículos en los que Mourlane analiza con agudeza distintos clichés y tópicos del lenguaje periodístico y político, para desmontarlos o reinterpretarlos bajo su prisma. 
El título ya denota un enfoque ingenioso: “repensar los lugares comunes” implica tomar esas frases hechas y lugares comunes de la retórica moderna y darles la vuelta. Mourlane aborda expresiones manidas sobre la libertad, la igualdad, el progreso, etc., y las examina críticamente desde su perspectiva. Con estilo ameno y cierto tono irónico (de ahí lo de “alegre versión”), va desenmascarando lo que él considera falsedades o vacuidades en el discurso contemporáneo. 
Arte de repensar los lugares comunes brilla por la calidad de su prosa: Mourlane escribe con elegante sencillez, con frases bien cinceladas y ejemplos esclarecedores, fruto de su larga experiencia como columnista. Además, destila un sutil sentido del humor; si bien es un ensayo serio en contenido, tiene guiños de sorna hacia esos lugares comunes que satiriza. En el fondo, el libro es un alegato de la visión del mundo de Mourlane: defiende la profundidad frente a la consigna vacía, la fe y la cultura frente a la propaganda banal. 
La crítica lo considera su testamento intelectual, pues condensa su pensamiento con un enfoque constructivo: enseñar a pensar más allá de las frases hechas. Literariamente, es su obra más perdurable, ya que trasciende la coyuntura política inmediata para reflexionar sobre la comunicación y el pensamiento. En cierto modo, se anticipa a análisis posteriores sobre el lenguaje político. 
Por ello, entre su prolífica producción (que incluye obras tempranas como El discurso de las armas y las letras, 1915, o estudios sobre poesía vasca), esta es considerada su obra más representativa y original. Con ella, el veterano maestro de La Ballena Alegre coronó su legado, demostrando que el “gran conversador” que fue supo transformar su conversación en página escrita de alta calidad.


Alfredo Marqueríe (1907–1974).

Biografía.
Alfredo Marqueríe Mompín, nacido en Mahón pero criado en Segovia, fue un escritor polifacético: poeta en sus inicios, crítico teatral de prestigio, dramaturgo, novelista y periodista. Educado en un ambiente culto (su padre dirigió un periódico segoviano), publicó su primer poemario con solo 17 años. En la década de 1930 trabajaba en Madrid en el diario Informaciones cuando se vio arrastrado por la vorágine política: inicialmente liberal y republicano, hacia 1933 evolucionó hacia la órbita falangista.
Fotografía: marqueri.emilioquintana.com
Empezó a frecuentar la tertulia de La Ballena Alegre, donde trabó relación con Foxá, Sánchez Mazas, Víctor de la Serna, Alfaro, Ridruejo, etc... Cuando estalló la Guerra Civil, se hallaba en Madrid; logró huir a la zona nacional (vía San Sebastián). Colaboró como periodista en las revistas Unidad, Vértice, Fotos, etc.. 

Concluida la guerra, Marqueríe fue subdirector del diario Informaciones bajo la dirección de Víctor de la Serna, y participó en otros proyectos editoriales. En 1942 figura entre los colaboradores de Legiones y Falanges (revista que Foxá fundó en Roma). 

Marqueríe destacó como crítico teatral y hombre de letras en la posguerra. Entre 1944 y 1960 fue el crítico titular de teatro en ABC, y trabajó también en Televisión Española y el diario Pueblo en los 60. Llegó a ser un referente del periodismo cultural, mereciendo premios importantes: ganó el Premio Nacional de Literatura en 1934 y el Nacional de Teatro en 1953, entre otros galardones a lo largo de su carrera. 
Mostró independencia de criterio al juzgar las obras de arte: no dudó en criticar mediocridades y defendió innovaciones valiosas como el teatro de Jardiel Poncela o Mihura cuando aún eran poco comprendidas. Así, se ganó respeto en los círculos culturales.

Obra más representativa: Don Laureano y sus seis aventuras (1940).
Aunque Alfredo Marqueríe escribió poesía, ensayo y teatro, su obra narrativa más representativa es la novela corta "Don Laureano y sus seis aventuras", publicada en 1940. Esta obrita humorística obtuvo un notable éxito en su momento, al punto que el propio Marqueríe publicó una segunda parte continuando las peripecias de Don Laureano en 1945. 

Don Laureano y sus seis aventuras es una colección de relatos entrelazados que tienen como protagonista a Don Laureano, un madrileño bonachón y algo pícaro que vive diversas situaciones cómicas en la España de la posguerra. El tono del libro es el sainetesco y costumbrista, muy en la línea de la tradición madrileña: Marqueríe, con un estilo sencillo y desenfadado, presenta a Don Laureano enfrentando desde líos de faldas hasta malentendidos vecinales, siempre con humor ligero. 
La crítica de la época la elogió como una bocanada de aire fresco en medio de los años duros de la posguerra: Marqueríe ofrecía risas fáciles pero honestas. 

Literariamente, la novela destaca por sus diálogos vivaces y su gracia castiza; se nota la mano experta de un dramaturgo acostumbrado a escribir comedias. Cada “aventura” de Don Laureano tiene estructura de pequeño cuento humorístico con su desenlace jocoso. 
De hecho, su pluma de crítico se nota en la ironía fina con que describe ciertos tipos sociales (el funcionario burócrata, el casero avaro, etc.). Don Laureano y sus seis aventuras consolidó a Marqueríe como escritor popular y es, hasta hoy, su obra más recordada por el público. 
Si bien no es una obra “profunda”, es representativa de su autor en tanto refleja su versatilidad (era capaz de hacer reír, además de ensayar y poetizar) y su apego al buen gusto. Marqueríe no caía en humor grueso ni en panfletos: buscaba entretener con calidad. La novela tuvo muy buena acogida, permitiendo al autor continuar desarrollando personajes similares en entregas posteriores. En resumen, Don Laureano y sus seis aventuras es la pieza literaria que mejor simboliza el legado de Alfredo Marqueríe: una literatura de entretenimiento bien escrita en medio de un contexto histórico difícil.


Ernesto Giménez Caballero (Madrid, 1899 – 1988).

Biografía
Fue un escritor, periodista, intelectual y diplomático español. Hijo de una familia acomodada (su padre prosperó en el negocio de artes gráficas), estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, donde inicialmente militó en círculos estudiantiles de izquierda moderada. Sin embargo, pronto orientó su vocación hacia la literatura de vanguardia y el nacionalismo. 

Fotografía: cervantesvirtual.com
En 1923 publicó su primer libro, Notas marruecas de un soldado, una crónica crítica de sus experiencias en la Guerra de Marruecos que le valió un proceso judicial por “injurias al ejército e incitación a la rebelión”, revelando ya su espíritu provocador.
Durante los años 20, Giménez Caballero se destacó como promotor de las vanguardias literarias españolas. En 1927 fundó La Gaceta Literaria, revista quincenal que dirigió hasta 1932 y que se convirtió en un foro fundamental de la Generación del 27 y otros movimientos de vanguardia. Por sus 128 números pasaron colaboraciones de figuras tan diversas como Luis Buñuel, Ramón Gómez de la Serna, Salvador Dalí, Rafael Alberti, Federico García Lorca o Benjamín Jarnés. En sus páginas, que a veces firmaba con el seudónimo Gecé, Giménez Caballero desplegó un estilo ingenioso y creativo que le hizo ganarse respeto incluso entre sus detractores –“nadie se atreve a negar su ingenio o la calidad de su prosa”, señalaría un crítico–. Obras suyas de esta época, como Los toros, las castañuelas y la Virgen (1927), Hércules jugando a los dados (1928) o Julepe de menta (1929), mezclaban un esteticismo vanguardista con temáticas castizas españolas.

Ya en la República, Giménez Caballero se involucró activamente en política. Durante 1933-1934, Ernesto Giménez Caballero fue parte del círculo íntimo de Falange Española. Sin embargo, su relación con José Antonio no estuvo exenta de tensiones.
Mantuvo una relación directa y cercana con este círculo. Si bien algunas crónicas no lo mencionan entre los tertulianos más jóvenes, su presencia intelectual fue muy influyente: él era una especie de hermano mayor para muchos de esos escritores. Compartía veladas tanto con figuras tradicionales (como el marqués de la Elipa, Sánchez Mazas) como con poetas noveles (Ridruejo, Samuel Ros). Ridruejo, que frecuentó La Ballena Alegre, reverenciaba a Gecé considerándolo el auténtico ideólogo precursor del grupo.
Aunque en enero de 1935 rompió políticamente con Falange, nunca dejó de ser parte de esa familia intelectual . La Ballena Alegre fue, en suma, “la corte literaria de José Antonio” y Ernesto Giménez Caballero brilló en ella al mismo nivel que sus demás integrantes, compartiendo mesa, ideales estéticos y fervor patriótico.
Después de la guerra Giménez Caballero fue procurador en las Cortes (1943-1958) y ocupó cargos culturales. Se dedicó al periodismo y, sobre todo, a la diplomacia: fue agregado cultural en embajadas y ejerció de Embajador de España en Paraguay (1958-1970). En el ámbito intelectual, prosiguió publicando ensayos históricos y literarios (por ejemplo, una ambiciosa serie pedagógica sobre Lengua y Literatura de España, 1940-1953). 

Obra representativa: Genio de España (1932).
Entre la abundante producción de Giménez Caballero, la crítica suele señalar Genio de España (publicado en 1932) como su obra más representativa. Se trata de un ensayo largo –o conjunto de ensayos– escrito en la encrucijada de la Segunda República. Él mismo consideraba este libro como una obra clave de su pensamiento, un auténtico “libro de fortuna”. Genio de España fue, además, su obra más difundida en su época: alcanzó una notable repercusión con múltiples reimpresiones (fue su libro más reeditado, con al menos ocho ediciones hasta 1983).

En cuanto al estilo, Genio de España refleja la peculiar personalidad literaria de Giménez Caballero, marcada por la amalgama de vanguardia estética. Su prosa es altamente exuberante, poética y no académica.
A pesar de lo recargado de su prosa, muchos reconocen la calidad literaria de Giménez Caballero. Incluso detractores de sus ideas admitieron la “finura de su ingenio” y su enorme creatividad verbal. En Genio de España esta calidad se manifiesta en capítulos de notable fuerza expresiva, capaces de suscitar imágenes casi cinematográficas de la “Nueva España” que predica. 
Fernando Sánchez Dragó, en el prólogo a la reedición de 1983, alabó el libro por “no contener ideología, sino libertad, pensamiento y pasión”, animando a leerlo sin prejuicios. A partir de los años 80 hubo un redescubrimiento crítico de Giménez Caballero como figura literaria. La reedición de 1983 por la editorial Planeta –ya mencionada– marcó un hito en la recepción de la obra. Desde entonces, Genio de España ha sido estudiado por historiadores de la literatura y de las ideas como un texto clave. Se le considera el punto de arranque del intento de “estetización de la política” falangista, es decir, la concepción de la acción política como obra de arte total, con sus rituales, símbolos y mitos.


Samuel Ros (Valencia, 1904 – Madrid, 1945).

Biografía.
Escritor, periodista y dramaturgo. Formado en Derecho (doctorado en 1928), se inició muy joven en la narrativa (Las sendas, 1923) y pasó por la vanguardia madrileña al calor de Ramón Gómez de la Serna. Publicó colecciones de cuentos y novelas de corte ramoniano y humor negro (Bazar, 1928; El ventrílocuo y la muda, 1930; El hombre de los medios abrazos, 1932). Colaboró en La Gaceta Literaria y participó como actor en el corto vanguardista de Ernesto Giménez Caballero Esencia de verbena (1930).
Fotografía: tipografiamoderna.com
En 1935 la muerte de su compañera Leonor le sumió en una depresión; viajó por Portugal, Italia y Francia. Durante la Guerra Civil se refugió en la embajada de Chile en Madrid y fue evacuado a Santiago (1937), donde publicó la primera edición de su novela Los vivos y los muertos y trabajó. Regresó a España a finales de 1938–39, dirigió la revista Vértice (1940-44) y estrenó teatro (En el otro cuarto, 1940). 
En 1943 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por el inédito Con el alma aparte. Falleció en 1945 por una peritonitis. 
Ros asistió a la tertulia de «La Ballena Alegre» en el sótano del Café Lion, el cenáculo literario en torno a José Antonio. Allí trabó amistad con Dionisio Ridruejo, Agustín de Foxá, José María Alfaro y Rafael Sánchez Mazas, entre otros. Dirigió Vértice y colaboró en Legiones y Falanges y Escorial).
Su primera etapa es de vanguardismo ramoniano (greguería “alargada”, humor, invención); con el tiempo evoluciona hacia un tono simbolista y una mirada más elegíaca (especialmente tras el exilio chileno).
La crítica reciente y rescates editoriales lo sitúan como eslabón entre vanguardia y posguerra. 

Obra más representativa: «Los vivos y los muertos» (Santiago de Chile, Nascimento, 1937/1938).
«Los vivos y los muertos» es su libro más reconocido. Además de su valor literario, condensa su biografía (exilio, duelo por Leonor) y la transición de la vanguardia lúdica a una prosa simbólica y melancólica. 

La primera edición salió en Nascimento (Chile, 1937-38); hubo reedición española (Ediciones Patria, 1941, con prólogo de Eugenio Montes).
Es una novela breve, de andamiaje episódico y narrador reflexivo, donde la anécdota importa menos que la atmósfera: una Madrid sitiada por la violencia y un yo que oscila entre memoria y presente. Del humor negro de los 20 pasa a una prosa sobria, simbólica y elegíaca. Hay motivos de muerte y resurrección (los “vivos” que sobreviven mecánicamente; los “muertos” que habitan la memoria). 
La dicción, aunque limpia, conserva ecos de la greguería en imágenes sorpresivas, pero ya subordinadas a una meditación moral.
El exilio y la experiencia de la embajada de Chile se filtran en la mirada del narrador: tránsito, espera, identidad suspendida. En este punto, el libro dialoga con su cuentística posterior (Con el alma aparte) y con su teatro (En el otro cuarto), donde vuelve el motivo del desarraigo.


lunes, 15 de septiembre de 2025

El Escándalo del «Hotel de Rusia» (31 de enero de 1895). Cuando un brigadier (general de brigada) en la reserva abofeteó al embajador del sultán de Marruecos.



1. Contexto: La Primera Guerra del Rif (1893-1894).

Este incidente diplomático tiene su origen en la Primera Guerra del Rif (conocida también como Guerra de Margallo) librada en Melilla entre España y las tribus rifeñas en 1893. 
Durante los combates, el gobernador militar de Melilla, General Juan García Margallo, perdió la vida en la batalla de Cabrerizas Altas (octubre de 1893). 
La guerra concluyó en 1894 con la firma del Tratado de Marrakech, por el cual el sultán de Marruecos se comprometió a pagar indemnizaciones de guerra a España (inicialmente fijadas en 2.800.000 duros en varios plazos). Sin embargo, ese mismo año ascendió al trono marroquí un nuevo sultán, Mulay Abdelaziz, quien buscó revisar estos términos debido a las dificultades para pagarlos.






2. La Embajada marroquí en Madrid (enero de 1895).

Revista La Ilustración Española y Americana
A comienzos de 1895, el sultán envió a Sidi (El Hadj) Abd el-Krim Brisha a España al frente de una embajada extraordinaria con el objetivo de negociar una moratoria o reducción en el pago de las indemnizaciones pactadas. Abd el-Krim Brisha era un alto diplomático marroquí, descrito como un anciano erudito de Tetuán y hábil negociador, que hablaba español correctamente. La misión llegó a Madrid el 28 de enero de 1895 y se alojó en el céntrico Hotel de «Rusia» (situado en la Carrera de San Jerónimo) inaugurado en 1869. La presencia de la exótica comitiva marroquí atrajo la atención de la sociedad madrileña, y se prepararon actos oficiales de alto nivel, incluida una recepción solemne en el Palacio Real con la Regente María Cristina.




3. El hotel Rusia.

El hotel se ubica en la esquina de Carrera de San Jerónimo, 32 (antiguo nº 34) con Ventura de la Vega. El edificio se construyó en 1866 y en 1869 abrió como «el Gran Hotel de Rusia», uno de los alojamientos elegantes del Madrid de fin de siglo.

Fue escenario de banquetes y recepciones diplomáticas y como dato curioso, en él nació el cine en Madrid. En mayo de 1896 se instaló en sus bajos el primer cinematógrafo de la ciudad,

El Ayuntamiento de Madrid fijó la primera sesión pública en 14 de mayo de 1896, durante San Isidro. El operador Alexandre Promio, concesionario de «Lumière», proyectó aquellas ‘fotografías animadas’ que asombraron a los madrileños.

Se conservan actualmente dos placas conmemorativas en fachada.

Actualmente la planta baja alberga el Centro de Salud «Las Cortes» (Atención Primaria) de la Comunidad de Madrid; y en las plantas superiores existen hostales que hoy ocupan parte de los pisos altos del número 30–32.



4. La agresión.


A las 13:00 h aproximadamente, del 31 de enero de 1895, cuando la delegación marroquí se disponía a salir del Hotel Rusia rumbo al Palacio Real para presentar sus credenciales, ocurrió el escándalo. En el momento en que el embajador Abd el-Krim Brisha bajaba los últimos escalones de la entrada, un individuo emergió de entre la multitud y le propinó una sonora bofetada (o puñetazo) en el rostro. El agresor gritó airadamente: “¡Todavía hay en España alguien capaz de vengar la muerte del General Margallo!”, dejando claras sus motivaciones de venganza por la reciente guerra. Inmediatamente, el personal de la embajada contuvo al embajador marroquí –quien llegó a amagar con sacar un arma en defensa propia– para evitar que la situación escalara violentamente.

 

El atacante fue reducido y detenido en el acto por un teniente de Seguridad presente. Al ser identificado, resultó ser el general de brigada retirado Manuel Fuentes Sanchiz (llamado también Miguel Fuentes en algunas crónicas). Fuentes Sanchiz, muy conocido en círculos militares, había sido amigo cercano y compañero de armas del difunto General Margallo. Llevaba año y medio alimentando resentimiento por la muerte de su colega y, al ver los honores con que España recibía a la embajada marroquí, “no pudo reprimir sus impulsos” y atacó al anciano diplomático de forma sorpresiva. El general fue arrestado de inmediato y sometido a un consejo de guerra (sumario) por su acción, que en segundos se había convertido en un serio incidente internacional.

Los ríos de tinta corrieron en la prensa e, incluso, la actual historiografía española aún fabula sobre anécdotas en torno a la tribulación de Sagasta, a la mediación patriótica de la reina apelando a su condición de dama o a los aspavientos coléricos del embajador, solicitando el pago de la afrenta en sangre hispana.

El general Fuentes y Sanchiz, había sido gobernador militar de Castellón y condecorado en Cuba, arrastraba antecedentes de desequilibrio mental según algunas crónicas del momento.



5. Reacciones oficiales y desagravios.

El Gobierno de Sagasta se vio obligado a disculparse públicamente, a dictar una moratoria sobre las indemnizaciones exigidas a Marruecos tras la guerra del Rif (1893-1894) y, a la postre, a recluir al agresor como inimputable por «enajenación mental».

El embajador Brisha, aturdido y ultrajado, amagó inicialmente con suspender su presentación ante la reina, negándose a acudir al Palacio Real tras la afrenta. Finalmente fue persuadido por el general Martínez Campos (arquitecto de la paz en Melilla) para continuar con el protocolo. Aun así, el incidente provocó “gran revuelo” en España: la Reina Regente María Cristina condenó enérgicamente la agresión y manifestó al embajador que “el golpe lo he sentido yo en mi corazón”, expresándole personalmente sus disculpas y pesar por lo ocurrido.

 

Las máximas autoridades españolas se volcaron en desagraviar al representante marroquí. En los días siguientes, el cuerpo diplomático acreditado en Madrid, líderes de todos los partidos políticos, el alcalde y las autoridades locales, e incluso los ministros del Gobierno en pleno, desfilaron por el Hotel Rusia para presentar sus respetos y excusas al embajador Brisha en nombre de la nación. El Congreso de los Diputados también acordó comunicar oficialmente al sultán Abdelaziz la repulsa y disculpa oficial de España por tan bochornoso incidente. En la prensa española de la época, la agresión fue ampliamente condenada –muchos periódicos tildaron al general Fuentes de “desequilibrado” o “loco” para subrayar que actuó por cuenta propia–, dejando claro que su acto no representaba la voluntad del Gobierno ni del pueblo de España.



6. Consecuencias diplomáticas: una negociación favorable a Marruecos.

Paradójicamente, aquel puñetazo acabó beneficiando ampliamente a Marruecos en la negociación que se estaba llevando a cabo. El embajador Brisha explotó hábilmente el incidente para presionar por mejores condiciones. De hecho, tras la agresión, la delegación marroquí exigió anular o revisar las concesiones previas pactadas en 1894. El Gobierno español, ansioso por reparar el agravio y evitar un conflicto diplomático mayor, accedió a renegociar. Apenas unas semanas después, el 24 de febrero de 1895, se firmó un convenio adicional al tratado de paz: se otorgó a Marruecos la moratoria en los pagos que venía buscando y se redujo sustancialmente la indemnización pendiente.

En esencia, España perdonó aproximadamente la mitad de la deuda de guerra que quedaba por cobrar, además de otras condiciones favorables (por ejemplo, el sultán se comprometió a castigar a los cabecillas rifeños y a desplegar fuerzas propias frente a Melilla para mantener la frontera en calma). Los negociadores contemporáneos ya señalaron la “extraordinaria rentabilidad” que Marruecos obtuvo de aquella estruendosa bofetada, considerada desproporcionada frente a toda la sangre española derramada en la defensa de Melilla. En palabras de un cronista, “los moros nunca tuvieron una negociación tan fácil con España” como la que siguió a este incidente.

Por su parte, Manuel Fuentes Sanchiz enfrentó las consecuencias de su acto. Fue encarcelado y procesado militarmente por agredir a un representante extranjero en misión oficial. Si bien algunos sectores pudieron simpatizar en privado con su arranque “vengador”, públicamente no recibió ningún respaldo: su acción puso en aprietos al Gobierno de Cánovas y se convirtió en un lastre diplomático.

En resumen, el incidente dio una ventaja en las negociaciones al sagaz Sidi Brisha, quien desde una inesperada atalaya de autoridad moral, obtuvo la quita de la mitad de las compensaciones de guerra que originalmente ascendían a dos millones ochocientos mil duros, con el consiguiente ahorro a las arcas marroquíes y el gasto millonario a los españoles.


7. Epílogo: retorno trágico de la embajada y hundimiento del Reina Regente.

Como gesto de desagravio, el Gobierno español dispuso que la embajada marroquí regresara con máximas atenciones. Para su viaje de vuelta se les asignó el moderno crucero de guerra «Reina Regente», que los trasladó desde Cádiz hasta Tánger en marzo de 1895. El 9 de marzo, Abd el-Krim Brisha y su comitiva embarcaron en dicho buque, que cumplió sin novedad la travesía dejándolos sanos y salvos en suelo marroquí ese mismo día. Trágicamente, pocas horas después de desembarcar a los diplomáticos, el Reina Regente se vio atrapado en un violento temporal en el Estrecho de Gibraltar y naufragó el 10 de marzo de 1895 con todos sus 412 tripulantes a bordo. El naufragio conmocionó a España –era uno de los buques más avanzados de la Armada– y durante semanas se buscó el pecio sin éxito. Este epílogo luctuoso añadió aún más resonancia histórica al incidente del Hotel Rusia, cerrando de manera dramática un capítulo diplomático-militar que empezó con una ofensa en un hotel madrileño y terminó con concesiones en un tratado y un buque perdido en el mar.



7. Fuentes.

«Diario de Burgos», 2-II-1895, crónica «Agresión al embajador marroquí».


J. Becker, «España y Marruecos. Sus relaciones diplomáticas durante el siglo XIX», 1903, pp. 289-294. (Full text of "España y Marruecos: : sus relaciones diplomáticas durante el siglo XIX")


La Ilustración Española y Americana, núm. I, 8-I-1895 (y grabado del 8-III-1895). (Full text of "10 Ilustración Española Y Americana 1895 1", File:El hach Abd-El-Krim-Brisha, embajador extraordinario de S. M. ...)


MAEC, Historia de la Diplomacia Española, t. XII, 2017, cap. «Convenio adicional de 24-II-1895». ([PDF] HISTORIA DE LA DIPLOMACIA ESPAÑOLA XII)


A. R. Giménez, «El Hotel Rusia y el cinematógrafo», Antiguos Cafés de Madrid, 7-XI-2012. (EL HOTEL RUSIA Y EL CINEMATÓGRAFO.)


C. Ruiz Bravo, «Embajada marroquí y naufragio del “Reina Regente”», Aljaranda, nº 66 (2007). (reina regente joh.pmd)


Alamy Photo Archive, ref. Abd-El-Krim Brisha meeting Martínez Campos, 1895. (El hach Abd-El-Krim-Brisha, extraordinary ambassador of S. M. ...)


E. Sepúlveda, «En el Hotel de Rusia», El Nuevo Mundo, 7-II-1895 (cit. en Pupitre de Museología, 2020). (abril 2020 - Pupitre de Museología)


«El Arte» (Olivenza), 2-II-1895, nota breve sobre la bofetada. (EL ARTE. - Hemeroteca Digital)


Tales of the Sea, «Reina Regente», 2008 (síntesis del itinerario embajada-buque). (REINA REGENTE - Tales of the Sea).


Diario El Faro de Ceuta: Colaboración de A. Sempere, "Guerra del general Margallo en Melilla" (20/12/2022)elfarodeceuta.eselfarodeceuta.es.


Diario Melilla Hoy: “Cronología Histórica de Melilla (LXXI)” – enero 1895melillahoy.esmelillahoy.es.


Blog Antiguos Cafés de Madrid: “El Hotel Rusia y el Cinematógrafo” (M.R. Giménez, 2012)antiguoscafesdemadrid.com.


Gaceta de Madrid, nº 32 (1 feb 1895), pp. 373-374: Recepción oficial del embajador marroquí por la Reina Regenteboe.esboe.es.


Ayuntamiento de Madrid — Blog «Madrid, 125 años regalando sueños de cine» (primer cine en Madrid; fecha 14/05/1896). Diario del Ayuntamiento de Madrid


Filmoteca Española (Ministerio de Cultura) — «Historia»: primer cinematógrafo de Madrid en 1896, bajos del desaparecido Hotel de Rusia. Cultura


Ayuntamiento de Madrid / Comunidad de Madrid — Ficha del Centro de Salud «Las Cortes», dirección Carrera de San Jerónimo, 32. MadridCentros Sanitarios


Biblioteca Virtual de Madrid (Comunidad de Madrid) — «Actividad empresarial. Hotel Rusia» (1885–1897): documentación de gestión del hotel. bibliotecavirtualmadrid.comunidad.madrid


Catálogo de Edificios Protegidos — Portal de datos abiertos del Ayuntamiento (verificación del régimen de protección en Geoportal). Datos Madrid


Universidad Autónoma de Madrid — «Sol y Letras. Un paseo centenario», ruta comentada (ficha nº 09: Hotel de Rusia; 1866–1869; primeras proyecciones). Universidad Autónoma de Madrid


Mirador Madrid — «Primera proyección cinematográfica en Madrid» (texto de la placa y explicación de las dos placas). Mirador Madrid


Madrid es Noticia — «La película del Hotel Rusia…» (síntesis reciente; mención al cambio de numeración 34→32). Madrid es Noticia

4ª Parte. «Ocio atento»: del café Lion a la academia, la tertulia que quiso recomponer Madrid.

- 1ª parte: El Café Lion y La Ballena Alegre, un icono de la modernidad en Madrid: Actual «The James Joyce Irish Pub» https://sergio-camero....