Ascenso de Gonzalo Queipo de Llano a teniente coronel por méritos de guerra.
En la madrugada del 7 de julio de 1913, las fuerzas de El Raisuni se preparaban para atacar Alcazarquivir. La misión: secuestrar al bajá El Ermiki, un aliado valioso para España, y a su sobrino, el caíd Melali. En aquel rincón convulso del norte de África, las alianzas eran tan efímeras como esenciales.
Entre las Unidades españolas que respondieron al ataque se encontraba la del comandante Gonzalo Queipo de Llano. Era un hombre curtido en numerosas acciones con el Grupo de Caballería de Larache. Ordenó a sus hombres levantarse en el acto; la noche era su aliada y la caballería se convirtió en la punta de lanza de la respuesta. Partieron del campamento con premura, mientras la infantería del Regimiento de Covadonga mantenía al enemigo a raya, resistiendo con firmeza y brindando una cobertura indispensable para la maniobra de Queipo.
El comandante ejecutó un ataque por la retaguardia. Los atacantes no tuvieron otra opción que dispersarse y huir ante la arremetida. Sin embargo, la calma fue efímera. Otra harka enemiga, al percibir el caos lanzó un nuevo ataque sobre el poblado. Queipo de Llano, sin una sola vacilación, espoleó a sus hombres para cargar una vez más. La segunda fuerza enemiga fue rechazada y el comandante ordenó el repliegue hacia Alcazarquivir.
Pero algunos de sus hombres, desmontados y en una situación precaria, necesitaban ser rescatados. Queipo, sabiendo que no podía abandonarlos, condujo a sus hombres en una tercera carga para salvarlos del acoso enemigo.
Para entonces, la situación era crítica. Apenas cuarenta hombres quedaban a su mando, desgastados pero decididos. Queipo de Llano, con la determinación que lo caracterizaba, les ordenó formar un perímetro defensivo. Allí, en medio de la polvareda y el fuego cruzado, hicieron pie a tierra, formando un círculo, y resistieron a pie firme.
El coste de la operación fue elevado: dieciocho soldados cayeron en combate, y un jefe, tres oficiales, diecisiete soldados y un ascari resultaron heridos, además de un soldado con contusiones. Treinta y cuatro caballos yacían también en el suelo, símbolo de la dureza del combate.
La exitosa defensa llevó a El Raisuni a reconsiderar sus acciones. Alcazarquivir, que había sido el blanco de sus ambiciones, ya no volvió a ser hostigada. Gonzalo Queipo de Llano había demostrado su brillantez como líder y su determinación inquebrantable ante la adversidad. Su actuación le valió el ascenso a teniente coronel por méritos de guerra, un reconocimiento merecido por el arrojo demostrado en aquella noche de julio.
Fuente: "Africanistas y Junteros: El Ejército Español en África y el Oficial José Enrique Varela Iglesias", Tesis Doctoral de Antonio Atienza Peñarrocha.
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