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Lleva combatiendo toda la guerra, a las órdenes del general Ballesteros. Ha recibido treinta y dos heridas, dos de las cuales aun tiene abiertas. El presidente le entrega su nombramiento de alférez honorario y el escrito de concesión de la recién creada orden de San Fernando.
Tras recibir la ovación y vítores del Congreso y público, de regreso a su alojamiento por entre las estrechas callecitas de Cádiz, para frente a la
residencia del embajador inglés Wellesley, y este le obsequia con un uniforme completo de alférez y un sable.
No hay constancia de que le fuera otorgada nunca la condecoración. Vivirá hasta el final de sus días entre
estrecheces –hambre, pobreza y desilusión- como el resto de sus compañeros de armas. Guerra de la Independencia.
Revista de Historia Militar extra I (2013)
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