sábado, 19 de julio de 2014

Creación de la Orden de San Fernando

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A las doce de la mañana del día 16 de febrero de 1813, Antonio García Fernández, natural de Aldea del Fresno, en Asturias, sargento primero de caballería Cazadores de Castilla, se acerca a la mesa del presidente de las Cortes entre la expectación de todos los diputados y público que llena las gradas del Oratorio de San Felipe Neri. Viste una desgastada chaqueta militar amarilla y un casco de cuero de caballería. Es de corta estatura y su rostro está surcado por varias cicatrices.
Lleva combatiendo toda la guerra, a las órdenes del general Ballesteros. Ha recibido treinta y dos heridas, dos de las cuales aun tiene abiertas. El presidente le entrega su nombramiento de alférez honorario y el escrito de concesión de la recién creada orden de San Fernando.
Tras recibir la ovación y vítores del Congreso y público, de regreso a su alojamiento por entre las estrechas callecitas de Cádiz, para frente a la
residencia del embajador inglés Wellesley, y este le obsequia con un uniforme completo de alférez y un sable.
No hay constancia de que le fuera otorgada nunca la condecoración. Vivirá hasta el final de sus días entre
estrecheces –hambre, pobreza y desilusión- como el resto de sus compañeros de armas. Guerra de la Independencia.
Revista de Historia Militar extra I (2013)

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