El General Cassola
El monumento dedicado al general Cassola fue erigido por suscripción popular entre los jefes y oficiales del Ejército español, quienes, para poner de manifiesto su simbólica colaboración, proporcionaron el metal procedente de numerosas empuñaduras y sables; el bronce restante fue facilitado por el Ejército. Mariano Benlliure modeló en 1892 la figura que, como de costumbre en el artista valenciano, fue vaciada en la Fundición Crescenzi, de Roma. La inauguración tuvo lugar el 7 de diciembre de 1892 en los jardines de la calle Ferraz, junto al Cuartel de la Montaña, lo que justificaba su ubicación; trasladado en 1929 a la plaza de Mariano de Cavia, en 1965 volvió a ser instalado en un espacio situado entre la Plaza de España y el mencionado cuartel ya desaparecido y en 1967 pasó al actual emplazamiento en el Parque del Oeste, cerca del paseo de Moret.
El basamento está formado por unas gradas de mármol, sobre las que se alza el pedestal de dos cuerpos: el inferior, con una placa de mármol blanco en el frente que dice: «AL/ TENIENTE GENERAL/ DON/ MANUEL CASSOLA/ 1892»; sobre este cuerpo se levanta otro de granito, en cuyo lado derecho luce la inscripción: «EL EJERCITO DEBE ESTAR/ ORGANIZADO DE SUERTE/ QUE NADA TENGA QUE TEMER/ DE LA INJUSTICIA/NI QUE ESPERAR/ DEL FAVOR» y en el lateral opuesto: «EL 22 DE ABRIL DE 1887/ PRESENTA EN EL/ CONGRESO DE LOS DIPUTADOS/EL PROYECTO DE/ LEY CONSTITUTIVA DEL EJERCITO».
En la cara posterior, se recoge la frase que sirvió al militar como base de toda su actuación política: «TODO POR LA PATRIA/ TODO POR EL EJÉRCITO». Antes completaban el adorno del monumento varios elementos alegóricos que, lamentablemente, han desaparecido.
El general Manuel Cassola y Fernández (Hellín (Albacete), 1838-Madrid, 1890), en broncínea figura de dos metros de alto, viste uniforme militar de diario y ostenta la placa de la gran cruz del Mérito Militar; en actitud un tanto forzada, muestra el brazo derecho ligeramente adelantado y la mano izquierda sujeta la espada y un rollo de papeles, tal vez su proyecto de amplia reorganización interna, no aprobado por su exagerado radicalismo, por lo que dimitió en junio de 1888, si bien al año siguiente se aprobó una norma legal semejante a la suya. Las botas altas, muy arrugadas, suponen un detalle verista, así
como el hecho de aparecer sin gorra, como si el escultor lo hubiese captado en un momento cualquiera de la actividad burocrática diaria en el servicio de las armas. La guerrera, también arrugada como si le quedara algo pequeña,contribuye a dar un aspecto de cotidianeidad. En el lado derecho de la base figuran los datos de la fundición romana y en el izquierdo, la firma del artista.
Obra de buena factura en la vestimenta militar y las facciones del rostro, por el contrario no parece muy acertada en cuanto a la expresión general.
Después del descalabro en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, dado que más bien se trataba de un desastre político y de un considerable error de estrategia militar desde la distancia, se pretendió hacer más popular la heroicidad, hasta entonces representada casi exclusivamente por destacados generales; por ello empezaron a surgir también los monumentos dedicados a los suboficiales y hasta a los soldados. Así ocurrió con el monumento proyectado a Eloy Gonzalo y años más tarde, con el dedicado al cabo Noval, héroe de la posterior campaña africana.
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Eloy Gonzalo, el héroe de Cascorro
Eloy Gonzalo García (1868-1897), el valeroso soldado nacido en Madrid y criado en la localidad de Chapinería, iba a
convertirse en uno de los símbolos más populares del desastre ultramarino por ser un hijo del pueblo y no uno de aquellos
«ilustres varones que fueron a la guerra de Cuba con el pecho lleno de cruces y las mangas de la casaca cubiertas de
entorchados», como rezaba en las páginas de El Imparcial y La Época del 5 de junio de 1902, el mismo día en que el Rey
inauguraba su monumento.
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Fotografía: wikipedia |
Fallecido el soldado el 17 de junio de 1897 en el hospital cubano de Matanzas afectado de una grave enterocolitis, el
siguiente 20 de octubre el Ayuntamiento madrileño acordó levantar en la cabecera del Rastro un monumento en su memoria,
procediendo en 1899 a convocar un concurso que fue ganado por el proyecto presentado por el escultor segoviano Aniceto
Marinas en colaboración con el arquitecto municipal José López Salaberry.
El pedestal, de sorprendente sencillez en su geometría para lo habitual en el historicismo de la época, se compone de tres
escalones de granito sobre los que se levanta un cuerpo rectangular de mármol rosado, sobre el que descansa otro de piedra
blanca para acabar en una cornisa que sirve de base a la figura. La única ornamentación reside en unos escudos de bronce de
la villa de Madrid en los laterales, dejando el cuerpo frontal para la dedicatoria:
«EL/ AYUNTAMIENTO/ DE MADRID/ A/ ELOY GONZALO/ 1901» y por la parte posterior: «CASCORRO/ 1897», que alude al escenario de su
famosa actuación y no a su nombre, lo que gran parte del público confunde;en cuanto a la fecha, sí es la de la muerte del
soldado, pero no la de su gesta. En las esquinas, hay unas pilastras con capiteles de bronce. Todo el basamento ha sido objeto
de una intensa restauración en el año 2000.
La figura en bronce del heroico soldado (2,30 metros de alto), de pie y con acertada sensación de movimiento para dirigirse
resueltamente hacia el enemigo, viste el típico uniforme de rayadillo de las tropas coloniales y va armado con un mosquetón
Mauser con la bayoneta calada al hombro y machete al cinto, sujetando una tea encendida en la diestra, en tanto que con el
brazo izquierdo sostiene una lata de petróleo; en torno al cuerpo lleva atada la cuerda que permitiría que sus compañeros de
la 1ª compañía del 1º batallón del Regimiento de María Cristina pudieran «tirar de él y no quedar en poder del enemigo en
caso de morir», según consta en el parte de guerra, a fin de que no fuera ultrajado por los insurgentes cubanos durante la
valerosa acción que acometió el 30 de septiembre de 1896 en el pueblo del Cascorro, en la provincia cubana de Puerto
Príncipe, cuando se presentó voluntario para incendiar un fortín enemigo. La actitud y los detalles de la vestimenta y el
armamento suponen distintas notas del intenso realismo que animó al artista, cuyo nombre figura en el lado izquierdo de la
base, y en el contrario, la referencia al taller de los fundidores Masriera y Campins de Barcelona, en el que el modelo fue
pasado al bronce que facilitara el Ministerio de la Guerra, ascendiendo el gasto a la cantidad de 25.000 pesetas. Al parecer,
un modelo a escala reducida se conserva en una colección particular de Londres.
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El general Martínez Campos
La idea del monumento dedicado al general Martínez Campos surgió en 1888 cuando de nuevo los profesores de la Academia General Militar Pedro Berenguer y José Ibáñez Marín propusieron erigir una estatua al general, habiendo sido acogida la idea con entusiasmo por el entonces ministro de la Guerra, general Cassola; pero, por distintas razones, no pudo ser llevado a efecto hasta 1904. Entre ese año y 1906 se realizó una suscripción nacional para recaudar fondos, a la que contribuyeron, además de la Familia Real, el Gobierno de Antonio Maura y el Ejército, que, para fundir el conjunto, concedió 21 toneladas de bronce procedente de piezas inútiles de las maestranzas de Madrid y Barcelona. La fundición fue realizada en Barcelona por Masriera y Campins. La comisión organizadora, presidida por el marqués de Cabriñana, convocó un concurso público, en el que participaron, entre otros,los escultores Trilles, Rodríguez Carretero, Benlliure, Marinas y Querol, pero resultó ganador Benlliure, ascendiendo el importe de la obra a 133.000 pesetas. Tras barajarse varios puntos de la capital para su instalación, al final se eligió el Parque del Retiro, en cuya plaza de Guatemala tuvo lugar la inauguración oficial el 28 de enero de 1907 con asistencia de la Familia Real y del Gobierno, siéndole concedida al artista la gran cruz del Mérito Militar.
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Fotografía: wikipedia |
Con unas dimensiones de 7,00 x 5,65 x 7,40 m., el basamento consiste en unas gradas de granito sobre las que se encuentra un enorme bloque de caliza de Tamajón (Guadalajara), en cuya parte superior aparece la figura ecuestre del militar. Este pedestal recuerda, en cierta manera, el que el escultor francés Falconet situó en 1782 como soporte del monumento dedicado
al zar Pedro el Grande en San Petersburgo. Por el lado izquierdo y continuando hasta la parte trasera se desarrolla un relieve de claro sabor pictórico e intenso dinamismo como corresponde al tema plasmado: es una escena de la guerra de África, en la que abundan las figuras en grupos dispuestos de manera escalonada para crear profundidad; seguramente se tratará de la batalla de los Castillejos, en la que el militar participó a las órdenes del general Prim; una inscripción reza: «AFRICA/ 1859-1860». En la parte trasera hay una placa de mármol con la leyenda: «INAUGURADO/POR S. M. EL REY D. ALFONSO XIII/ 28 DE ENERO DE 1907». En el lado derecho se reparten varias menciones de los hechos más sobresalientes de la vida del que fuera capitán general: «CUBA/ 1869-1870-1872/ 1878-1895/ CATALUÑA-NORTE/ 1873-1875, 1874-1876» y, en otra placa: «ERIGIDO/ POR SUSCRIPCION NACIONAL/VOLUNTARIA/INICIADA EL 5 DE DICIEMBRE/ DE 1904 POR EL/ MARQUES DE CABRIÑANA». En la parte delantera, un trofeo de bronce integrado por un estandarte, una bandera, un tambor, restos de un cañón y varias armas, todo como arrojado sobre las gradas del monumento, acompaña a la dedicatoria: «AL GENERAL/ MARTINEZ CAMPOS/ MODELO DE PATRIOTAS Y SOLDADOS/ ESPAÑA». Estaba previsto rodear el monumento con una verja de bronce compuesta de cañones amarrados por un cable con los atributos de las distintas armas del Ejército,pero no llegó a hacerse.
El general aparece montado en el caballo, que vuelve la cabeza hacia la derecha con aspecto cansino; viste ropa de campaña con capote encima y se toca la cabeza con el ros, descansando la mano derecha sobre el muslo del mismo lado, en tanto que con la izquierda sujeta las riendas. Es una de las mejores obras salidas del estudio del escultor valenciano, que expresa todo el realismo de que fueron capaces sus manos en el detalle de la vestimenta y las botas, con todo lo cual representa no un idílico retorno victorioso, como tantos había conocido el ilustre militar en su vida, sino una estampa, sincera y espontánea, del general cansado tras el combate sobre un caballo plasmado con todo naturalismo.
Arsenio Martínez Campos (Segovia, 1831–Madrid, 1900) participó en la campaña africana, en donde consiguió la cruz laureada de San Fernando, y luego en las de México y Cuba. Tras no pocos combates, proclamó en 1874 en Sagunto al príncipe Don Alfonso como Rey y luego pacificó Cataluña, fue ministro de la Guerra y presidente del Consejo de Ministros, así como capitán general de Cuba.
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El pueblo de Madrid del Dos de Mayo de 1808
Siguiendo nuestro recorrido cronológico llegamos a 1908, momento en que, dentro de las celebraciones del primer centenario de la Guerra de la Independencia, el madrileño Círculo de Bellas Artes convocó un concurso para levantar un grupo escultórico en homenaje al Pueblo de Madrid del Dos de Mayo de 1808.
El escultor segoviano Aniceto Marinas (1866-1953) decidió presentar a la convocatoria el mismo grupo en yeso que, realizado en Roma en 1891 y con una temática adecuada a la celebración, había constituido su último envío como pensionado. Con anterioridad, el artista lo había presentado en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892, en la que se le concedió medalla de Primera Clase y, tras varias rebajas de precio, fue finalmente adquirido por el Estado en 1893. Pero sólo en 1908 fue pasado a bronce en la fundición de La Metaloplástica, Campins y Codina, de Madrid, habiéndose empleado cinco toneladas de material. Si bien en un principio el Ayuntamiento pensó colocarlo en la plaza del Ángel, fue instalado en la glorieta de San Bernardo (hoy, de Ruiz Jiménez), siendo inaugurado por Don Alfonso XIII y la Familia Real el 4 de mayo del mismo año; más tarde fue trasladado a la glorieta de Quevedo y el 27 de junio de 1966, a su ubicación actual en los Jardines del General Fanjul, cerca del Templo de Debod.
Sobre un pedestal circular (2,40 de altura x 7,30 de perímetro) de piedra blanca, en cuya parte delantera en una lápida de mármol reza la inscripción:
«AL PUEBLO/ DEL/ DOS DE MAYO/ DE 1808», con un broncíneo escudo de Madrid encima, aparece el grupo escultórico (3,50 x 5,30 m. de perímetro) de bronce, que en el momento de la inauguración estaba todavía en yeso por no haber dado tiempo a fundirlo, lo que ya se hizo antes del siguiente mes de noviembre. Representa el heroísmo del pueblo de Madrid a través de los que entregaron su vida por la Patria. Por eso, un oficial de artillería –seguramente Daoíz–, herido en el vientre, apoya su mano trémula en un cañón, tratando de sujetarse con enorme esfuerzo para no caer al suelo, y, a su lado, como protegido por el cuerpo del militar, un niño estrecha contra su pecho la mano de su madre, que, con traje de maja decorado con alamares y medio pecho al descubierto, aparece caída en el suelo al lado de un joven chispero, también muerto. Por encima, subrayando el desarrollo vertical del conjunto domina la escena la figura de la Gloria, que, a la vez que sujeta una bandera plegada con su diestra, extiende las alas como queriendo mantener el recuerdo de la gesta de estos madrileños. Las figuras presentan actitudes y rostros de profunda expresión, muy a tono con el momento rememorado, en contraste con la imperturbable serenidad del rostro de la figura de la Gloria. En la parte inferior, una placa indica la fundición madrileña y otra registra el nombre del escultor Marinas, con cuyo monumento realizado casi al tiempo, entre 1908 y 1910, ante el Alcázar de Segovia en homenaje a los capitanes Daoíz y Velarde, este conjunto madrileño muestra bastantes puntos de coincidencia formal.
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El capitán Melgar
El 21 de diciembre de 1911, el rey Alfonso XIII procedía a descubrir el monumento en memoria del capitán Melgar, ubicado en el lateral derecho de la madrileña plaza de Oriente, precisamente en el extremo contrario del que el escultor Benlliure modelaría casi al mismo tiempo para inmortalizar la gesta africana del cabo Noval. Pero en 1989 fue cambiado de emplazamiento
y modificados algunos elementos del soporte, quedando colocado al borde de la calle Bailén.
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Fotografía wikipedia. |
El monumento consta de tres escalones de mármol negro veteado, sobre los que se alza un pilar cruciforme de mármol gris, en cuyo frente, entre los dos escalones inferiores, una lápida reza: «S. M. EL REY D. ALFONSO XIII/ HONRO SU MEMORIA/ CEDIENDO SITIO Y MÁRMOLES/ PARA ESTE MONUMENTO./ RECUERDO DE SUS COMPAÑEROS/ DE PROMOCION EN HOMENAJE/ AL VALOR QUE ACREDITO Y/
ESTIMULO PARA IMITAR/ SU EJEMPLO/ MCMXI».
Sobre los escalones hay un pequeño soldado de Infantería que, con el fusil en la mano izquierda y equipado con mochila, cartucheras, machete y ros, parece ofrendar al oficial fallecido una desaparecida corona de laurel, a la par que extiende el brazo derecho hacia el frente del pilar en el que se encuentra la dedicatoria: «AL CAPITAN MELGAR/ MELILLA 1909».
En la parte superior del pedestal figura el busto del oficial, que fue el primer laureado de la promoción de Don Alfonso XIII. Vaciado en bronce, abarca hasta la mitad del pecho y descansa sobre unos motivos vegetales como de hojas de laurel, luciendo diversas condecoraciones en el lado izquierdo de la guerrera, así como los cordones y el distintivo de Ayudante de
S. M. en el opuesto, al tiempo que en el cuello se advierte el emblema del Regimiento de Infantería nº 9, indicativo seguramente de la Brigada de Cazadores de Arapiles que sufrió la derrota a manos de las fuerzas rifeñas de Abd-el- Krim.
El busto, de gran tamaño en comparación con la diminuta figura del soldado que aparece a los pies, muestra un tratamiento muy realista del militar.
En la parte trasera figura la mención de haber sido trabajada en la Fundición Ballarín y Cía. de Barcelona.
El autor del retrato y demás adornos fue el escultor asturiano Julio González Pola (1860-1929), creador, como ya se verá, de varios importantes monumentos relacionados con temas militares.
Ángel Melgar y Mata, nacido en 1876 y formado en la Academia de Infantería, participó durante tres años en la guerra de Cuba, pero al ser ascendido a capitán, fue destinado a Melilla a mediados del mes de julio de 1909 y allí participó en los enfrentamientos del Barranco del Lobo, en donde el 27 de julio de 1909, después de haber sido gravemente herido en el cuello
y en una pierna al iniciarse el combate, se mantuvo firme hasta que recibió un balazo mortal en el pecho. A título póstumo le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando.
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El Cabo Noval
Por su parte, el monumento dedicado al cabo Noval pudo ser realizado mediante una suscripción abierta por una Junta de Señoras presidida por la reina Doña Victoria Eugenia y, como quiera que al final faltaban cinco mil pesetas, el propio escultor Mariano Benlliure las aportó a la marquesa de Esquilache, principal promotora del monumento en unión de la condesa de Pardo Bazán.
Colocado en los jardines de su nombre en el lado derecho de la plaza de Oriente y con una altura total de 6,50 m., fue inaugurado el 8 de junio de 1912 por el rey Alfonso XIII con asistencia de toda la Familia Real, si bien no pudo acudir el artista.
Una plataforma de piedra (2,30 x 3,00 x 3,00 m.) con tres escalones sirve de apoyo al pedestal, de piedra arenisca, que tiene forma de pirámide truncada de base rectangular, en cuyo frente y en el lado derecho hay un relieve que alude al combate en que encontró la muerte el célebre cabo de la 3ª compañía del Regimiento del Príncipe: los soldados disparan sus armas contra los moros, apareciendo entre humo las cabezas de los enemigos; el cabo Noval cae hacia atrás, herido de muerte; muchos moros mueren también y otros huyen a la carrera abandonando sus armas blancas y de fuego.
Encima, en la parte delantera está la siguiente inscripción: «INICIADO POR / MUJERES ESPAÑOLAS / SE ELEVA ESTE MONUMENTO / A LA GLORIA DEL SOLDADO/ LUIS NOVAL./ PATRIA, NO OLVIDES NUNCA/ A LOS QUE POR TI MUEREN»; en la parte trasera puede leerse: «GRATITUD/ A LA COOPERACIÓN DE LOS ESPAÑOLES/ DE AMBOS CONTINENTES/EN NOMBRE DE LA JUNTA DE SEÑORAS/ PRESIDENTE HONORARIO S. M. LA REINA/ VICTORIA EUGENIA/ PRESIDENTE DUQUESA VIUDA DE BAILEN/ PRESIDENTE MARQUESA DE ESQUILACHE/ DUQUESA DE ZARAGOZA/ GENERALA MARINA/ IGNACIA B.D.S. DE PIDAL/ MARQUESA DE COMILLAS/ MARQUESA DE POLAVIEJA/ MARQUESA DE VADILLO/ CONDESA DE PEÑALVER/ SECRETARIA CONDESA DE PARDO BAZAN/ VIII JUNIO DE MCMXII».
Una bella figura femenina de piedra, que representa a la Patria más que a la Victoria, sostiene con ambas manos la bandera española con el escudo real en el centro, que sirve para acoger al militar de tal manera que ésta, que alcanza una altura total de 3,96 metros, además de establecer un triángulo compositivo en la arte alta del monumento, constituye el fondo sobre el que se recorta la figura del cabo, de color oscuro al ser de bronce (dos metros de alto).
El suboficial parece marchar vestido con capote, sobre el que lleva el correaje con tahalí. Con el mosquetón sobre el hombro derecho y enrollada la manta al cuerpo, porta grandes cartucheras y en el cinturón luce el número 3 del regimiento al que perteneció, que igualmente se repite en el cuello. En el suelo, un azadón y otros útiles de labranza, así como mieses y abrojos del campo, como si estuvieran olvidados, en alusión al trabajo dejado temporalmente en suspenso para acudir a la llamada de la Patria. Hay un boceto en el Museo del Ejército, ya realizado en 1910 y luego fundido en bronce por Capa en 1977.
El cabo Luis Noval Terrós, nacido en Oviedo en 1887, perteneció al Regimiento de Infantería del Príncipe nº 3 y fue enviado a tierras africanas, en donde en 1909 encontró heroica muerte en el zoco de Had Benisicar cuando hacía servicio de vigilancia en su campamento. De madrugada, fue secuestrado por unos moros que pretendían infiltrarse en las líneas españolas haciéndose pasar por compatriotas, pero, antes de caer muerto, logró avisar a gritos a sus compañeros para que defendieran la posición.
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El general Vara de Rey y los héroes del Caney
El monumento madrileño destinado a recordar la memoria del general Vara de Rey y de los héroes del Caney fue promovido por el Centro Asturiano de La Habana con la intención de que se alzara en el propio enclave del Caney. Para ello se convocó un concurso, pero al final hubo que colocarlo en Madrid, siendo financiado con las suscripciones realizadas en España y Cuba. Tras indicar al escultor designado, el asturiano Julio González Pola (1860-1929), cómo debería hacerse el grupo, el 11 de junio de 1915 fue inaugurado con asistencia de la Familia Real en la confluencia del paseo de la Infanta Isabel con la avenida de la Ciudad de Barcelona, pero en 1921, para facilitar el tránsito, fue retrasado hasta su actual emplazamiento en los jardines laterales de la Basílica de Atocha, entre el paseo de la Reina Cristina y la avenida de la Ciudad de Barcelona.
El monumento, de nueve metros de altura por tres y medio de lado, se componía de un austero basamento de escalones de granito sobre los que se alzaba un gran pedestal troncopiramidal de caliza y que servía de apoyo al grupo escultórico; diversos leones rampantes, inscripciones –como «PATRIOTISMO
»– y hasta un tronco de laurel roto, amenizaban la parte alta de ese basamento, que presentaba además la inscripción: «A/ LOS HÉROES/DEL CANEY./ CUBA Y ESPAÑA».
Pero, aprovechando el cambio de emplazamiento, el zócalo ha sido reconstruido en granito aun cuando subsisten algunos elementos del anterior y muestra delante, junto a un escudo de Madrid, la dedicatoria tallada en la piedra: «AL GENERAL/ VARA DE REY/Y/ HEROES DEL CANEY». En la parte alta, dos hiladas de piedra imitan rocas sobre las que aparece un grupo de aspecto broncíneo, pero originariamente realizado en piedra, con la figura del general herido, llevándose la mano izquierda al pecho y con los ojos como extraviados y en estado agónico,
sostenido por otro oficial que, además, porta la bandera nacional.
Este grupo, que podría estar inspirado en una estampa de la época en la que se representa un ataque de la caballería estadounidense en Cuba, apareciendo en primer plano un general herido y, tras él, un soldado que le sujeta a la vez que porta la enseña de las barras y estrellas, muestra a los lados, dos soldados disparan hacia abajo, cubiertas sus cabezas con el característico sombrero de paja de las tropas españolas en Ultramar, revelando un minucioso estudio de modelado en los uniformes, fusiles y machetes. Por detrás, otro
soldado, descubierta la cabeza, dispara hacia la izquierda. La composición es muy acertada, siguiendo un esquema piramidal cuyo vértice se encuentra en el extremo del asta de la bandera, lo que obliga a recordar, tanto por la concepción general como por la actitud de algunas figuras, el monumento dedicado en Pontevedra a los Héroes de Puente Sampayo, que el mismo González Pola realizara en 1911.
Es uno de los contados monumentos que muestran a la contemplación pública el momento mismo de la muerte del héroe, siempre más propio de las creaciones de carácter funerario.
Joaquín Vara de Rey y Rubio, nacido en Ibiza (Baleares) en 1841, ingresó a los quince años en el Colegio General, del que salió como segundo teniente en 1859, habiendo ascendido a primero al año siguiente. Tras luchar contra los cantonales y los carlistas y obtener varios ascensos por méritos de guerra, ocupó distintos destinos hasta que, ya como coronel, en 1891 solicitó pasar a las islas Filipinas.
A su regreso, fue nombrado jefe de la zona militar de Ávila, pero en 1895 marchó a Cuba, donde fue designado comandante militar de Bayamo y propuesto en 1897 para el empleo de general de brigada por su actuación en la Loma del Gato. Entonces asumió la brigada San Luis de la división del general Linares que operaba en Sierra Maestra y desde allí se trasladó al poblado de El Caney, cuyas trincheras defendió de los ataques de las muy superiores fuerzas norteamericanas del general William Shafter al mando de un reducido contingente de soldados hasta su muerte, ocurrida el uno de julio de 1898 en unión de muchos de sus hombres. En 1900 le fue concedida la cruz laureada de San Fernando. Sus restos reposan hoy en el panteón de los Héroes de Cuba y Filipinas en el madrileño cementerio de la Almudena.
Mapa
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